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Marc Llorente

Obsequio de Mamá Noel

Yolanda Díaz. EUROPA PRESS/E. Parra. POOL - Eu

La Conferencia Episcopal Española lanza su ¡aleluya! por la nueva legislación laboral del Gobierno acordada con la patronal y los sindicatos. Los obispos descorchan el cava y brindan por el triunfo del diálogo social. Para que la temporalidad, la precariedad y la inseguridad desaparezcan del mapa. Démosles las gracias por defender el reforzamiento de la negociación colectiva en condiciones justas, la dignidad y la humanización del trabajo a la vez que rechazan el deterioro de las condiciones laborales desde que Rajoy, en 2012, sacó de la chistera el conejo de su reforma. Porque el principal problema ha sido y es la falta de empleo que afecta a millones de personas, jóvenes especialmente.

El anterior obispo de Ciudad Real rechazó la reforma laboral del PP por rebajar los derechos de los trabajadores. Criticaba que los perdedores siempre fuesen los mismos. Los más débiles. «Crisis global sin precedentes en la historia humana», dijo el prelado Antonio Ángel Algora. Así se sigue, pero con pandemia incluida. «¿No hay otras soluciones para crear puestos de trabajo? Parece mentira que se empleen usos del pasado que trajeron tanta injusticia y explotación a los trabajadores», afirmó este representante de la Iglesia católica. Palabras que aún hoy solo pueden aplaudirse. Y añadió: «En el río revuelto de la crisis están pescando los más poderosos sin contar con la opinión de la sociedad. Los poderes financieros se concentran en muy pocas manos».

Esa ha sido la reforma laboral de ese señor al que usted se refiere. Que «los empleadores hagan y deshagan a su antojo, olvidando que el empleado no es una mera fuerza que se admite y se despide unilateralmente». No obstante, Casado no deja de ensalzar la normativa de Rajoy «en beneficio del empleo». La de ahora es una reforma mala para España, claro. ¿Y para los españoles? El mercado laboral, según el PP, necesita más flexibilidad. No menos. Estos son los cristianos de pacotilla. Los que cumplen sus obligaciones religiosas y se inclinan falsamente.

También es cierto que la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, pasea por la alfombra roja, vestida de Mamá Noel, y se ha convertido en la estrella del Ejecutivo de coalición. Tras un embarazo de nueve meses con difíciles negociaciones, ha dado a luz lo que debe suponer un sustancial cambio. De ahí vienen algunas divisiones internas en el seno de la CEOE, pese a que el acuerdo mantiene la flexibilidad interna de las empresas y aspectos lesivos para los trabajadores. ¿Levantarán las copas y el Boletín Oficial del Estado, aunque no es una derogación íntegra de la reforma laboral y queda algo descafeinada?

Más que titulares, es preciso fabricar realidades que mejoren las condiciones de la población y estimulen la economía. ¿Sí se puede o no se puede? Hasta cierto punto, ya que se mantiene lo que permitió el recorte unilateral de salarios, el cambio de horarios y jornadas o el despido libre más barato. ¡Buena pastilla de turrón duro!

Menos mal que al líder del PP y a otros les abonamos el sueldo por «decir la verdad». Tiene auténtica gracia que lo diga uno de los reyes magos de la exageración, las insinuaciones, los bulos y las falsedades. O no se entera bien de las cosas o prefiere no enterarse porque se le rompería su discurso fatal. Repite mentiras a ver si cuelan y exhibe sus fuegos de artificio en su loca carrera hacia el primer lugar del podio. Como no da pie con bola y persiste en sus falacias y monta otras nuevas, habría que cortarle el grifo por ineptitud y desahuciar a este arrendatario por falta de honestidad política.

Vean algunas inocentadas suyas. El Partido Popular creó los fondos europeos. Pedro Sánchez está cometiendo «graves delitos» al repartir a dedo el dinero de Bruselas. La ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, es una defraudadora fiscal. Pero no hay ninguna investigación ni prueba de que lo sea. El Gobierno tapa abusos a menores. Casado ofrece una errónea cifra de paro o la cínica tesis de que en España reside la peor inflación de Europa. Asegura sin despeinarse que no se ejecutan esos fondos, entre otros delirios, o pide a la población que no se deje engañar. Él precisamente. Uno de esos charlatanes que cuelgan monigotes constantemente en la espalda del prójimo, mientras Yolanda Díaz da la campanada y se dispone a dar las doce campanadas de fin de año.         

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