Esta obra de 2003 obtuvo varios galardones y es un claro ejemplo del autor angloirlandés Martin MacDonagh, uno de los dramaturgos más internacionales con su teatro efectista, cruel y más o menos grotesco. El personaje, un escritor de relatos escabrosos en el texto original, es en esta adaptación de David Serrano, director de la pieza, una escritora con la misma imaginación retorcida como fruto de las experiencias infantiles cuando sus padres abusaban de su hermano. Se recuerdan los momentos oscuros de la niñez en El hombre almohada, y en las narraciones cortas se describen malos tratos a menores y crímenes, hechos que coinciden con una serie de homicidios. Es arrestada por la policía de un Estado totalitario. Y dos de esas historias breves se recrean. El joven, con discapacidad mental y tartamudeo, confiesa ser el culpable, pero los interrogadores guerrean contra la hermana, cuyo interés especial estriba en proteger sus páginas literarias a cualquier precio. Belén Cuesta domina el dramático papel con una detallada elaboración. Ricardo Gómez controla las dificultades reiterando su carácter. Juan Codina y Manuela Paso son los implacables inspectores de policía. Un trabajo a la altura de las circunstancias. Las escenas tienen una áspera poética según las características del texto de MacDonagh. El diseño de escenografía y máscaras de Ricardo Sánchez, el diseño de iluminación de Gómez Cornejo y la música y el espacio sonoro de Luis Miguel Cobo proyectan el espinoso talante de una obra antinaturalista, ácida y con diversos lenguajes escénicos. Que tiende a golpear para obtener la atención, en perjuicio de una reflexión más honda. Imágenes, palabras, trazos de humor negro, suspense con giros y la violencia. No hay separaciones entre los asistentes y el escenario. ¿Un creador es responsable del influjo de sus obras? Pese a que no se trate de un teatro eminentemente comercial y a su excesiva duración, cosechó un gran aplauso en el Principal de Alicante.
