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Foto de archivo

LA PLUMA Y EL DIVÁN

José A. García del Castillo

Pugnas indeseables

Pasamos por periodos endemoniados en los que parece que todo se vuelve en contra del equilibrio y la armonía. Los seres humanos estamos programados para buscar el bienestar y la felicidad, pero cuando los acontecimientos se retuercen nos llevan a la miseria psicológica y a la angustia vital donde no encontramos alivio.

Después de más de dos años luchando contra un virus imparable, inestable e incomprensible, que ha conseguido alejarnos de nuestros hábitos sociales, que ha acabado con la vida de muchos miles de personas y que, a día de hoy, no sabemos de dónde ha salido y cuándo acabará, es algo que nos enloquece.

Cuando a esta circunstancia tenemos que sumarle conflictos añadidos, comienza el camino a la desesperanza y a la indefensión. El mundo se pone patas arriba con la pandemia y la economía se derrumba, con subidas de precios desorbitadas en todos los ámbitos, que fuerzan a los ciudadanos a inventar equilibrios financieros imposibles para poder sobrevivir y mantener un mínimo de calidad de vida.

En medio de este angustioso panorama, los que lideran el mundo deciden unilateralmente volver a alterar su dinámica forzando una guerra absurda, como todas, donde se pretenden redibujar las fronteras de países estables y funcionales. Este planteamiento bélico conlleva una nueva depresión económica que será mucho más difícil de solventar en las condiciones actuales. Tenemos que sumar, además, la posibilidad de entrar en combate armado, lo que supondría más sufrimiento y muerte, algo completamente irracional y salvaje.

La todopoderosa política es la que impera y manipula la vida de los ciudadanos en todo el mundo. Cualquier loco con poder político nos puede conducir al desastre sin ningún pudor, por capricho, interés personal o vaya usted a saber.

La insensatez política no tiene límites. En España estamos viviendo la debacle de un partido político por meras cuestiones de poder. Esto nos indica la completa irrelevancia de los ciudadanos en la maquinaria democrática cuando no hay elecciones a la vista. Cualquier pugna es indeseable, por muy justificada y motivada que esté, pero las más indeseables son siempre aquellas en las que no se tiene ni voz, ni voto, como las que estamos viviendo en estos tiempos.

Posiblemente nuestro mayor fracaso es no saber elegir a los líderes que toman las decisiones para que nuestras vidas sean mejoradas, alejados de ideologías extremas, engaños y monsergas enrevesadas con fines personalistas. Nos dejamos deslumbrar por cuatro memeces que sobredimensionan los medios de comunicación para votar al que representará nuestros derechos, y así nos va.

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