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Juan José Millas

Tierra de nadie

Juan José Millás

Isa, isa, isa

Cementerio en una imagen de archivo.

A veces, en el lecho de muerte, se dicen cosas raras. Vengo de dar el pésame a un amigo cuyo padre acaba de fallecer. Tras el abrazo, lo he sacado de la sala donde velaban el cadáver para que se fumara un cigarrillo y tomara un poco el aire. Entonces me ha hecho la siguiente confidencia:

-Mi padre, unos segundos antes de expirar, me ha dicho que no me olvide de dar de comer a los peces.

- ¿A qué peces? -he preguntado yo.

-Esa es la cuestión, que no tenemos peces.

Posiblemente, el padre de mi amigo estuviera en otra. Tal vez había regresado mentalmente a algún momento de su juventud, vete a saber. Pero la última frase de un padre es la última frase de un padre; incluso cuando parezca una tontería, resulta imposible no buscarle sentido.

Imagino a mi amigo obsesionado el resto de su vida con dar de comer a los peces. Tal vez se compre un acuario. Yo tuve uno y son delicadísimos. Caen como ratas, aunque les proporciones la mejor comida del mercado. Tal vez mi amigo, vaya todos los días desde ahora al parque cercano a su domicilio para echar pan a las carpas del estanque. Tiene una misión en la vida, en fin, que es la de dar de comer a los peces.

Mi padre no me dijo nada en su lecho de muerte. Mi padre no me dijo nada nunca. Hablábamos muy poco. Ahora casi me parece una ventaja: no tengo que cumplir ninguna de sus últimas voluntades, Ni siquiera sé si las tuvo. Lo de mi amigo me ha traído a la memoria un cuento de Gonzalo Suárez en el que una mujer segundos antes de expirar, le dice a su marido, con el que estaba viendo la tele, algo parecido a esto:

-Isa, isa, isa, isa.

El marido pasa semanas intentando averiguar el significado de aquellas palabras misteriosas. Piensa que quizá quiso transmitirle un último deseo, como el de dar de comer a los peces. Los últimos deseos, en nuestra cultura, son sagrados. Finalmente, cuando ya ha renunciado a averiguarlo, ve por la televisión el anuncio de un detergente cuya cuña dice: “Felisa, la que mejor lava sus camisas”.

Pues eso.

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