Opinión

Divórciate si puedes

Divórciate si puedes

Divórciate si puedes / Elisa Martínez

Vox presentó el viernes pasado en el Parlament una moción por la que insta al Govern balear a que «contribuya a la prevención de las rupturas familiares mediante intervenciones de orientación familiar, mediación u otras». Está preocupada por los divorcios de los sufridos contribuyentes la ultraderecha peleada y dividida en tantas facciones como diputados ganó en las elecciones, que ofrece un espectáculo de secesionismo, despelleje y refriega interna al mes para desolación del PP, necesitado de sus votos para asegurarse una mayoría suficiente. Después de su apostolado en Historia («nunca ha habido un relato consensuado sobre el franquismo») y en Filología (petición de sustituir el término catalán por sus quiméricas «lenguas baleares» en el Estatut), la extrema derecha isleña emprende una nueva faceta de coach moralizante. Sería para troncharse este nuevo ejemplo de la política chiripitifláutica de Vox y sus constelaciones familiares, si no resultara tan hipócrita. Que levanten la mano los divorciados del grupo parlamentario local de la formación de Santiago Abascal, divorciado de su primera mujer. Ahora los separados en el resto del partido. Son tan forofos de la familia, que fundan varias. Pobres, no dispusieron de un «orientador» o un «mediador» facilitado por el Ejecutivo autonómico para solucionar sus problemas de pareja, porque las instituciones suelen meterse en sus propios asuntos públicos y se abstienen de adoctrinar en los domicilios. Ya es bastante terrible que se te acabe el amor, como para tener a los de Vox proporcionándote terapia de conversión de la suya. No creo que la presidenta Marga Prohens les compre la propuesta, divorciada ella a su vez, tal y como recordó en el pleno de la semana pasada, cuando denunció ataques políticos a su persona, circunstancias vitales y entorno, en respuesta a la «máquina del fango» que reprochó el presidente Pedro Sánchez.

Como siempre, la ultraderecha se preocupa por problemas inexistentes. O que como mínimo resuelve su querido libre mercado voraz. La gente no se divorcia tanto como las mentes preclaras de Vox se temen, básicamente por falta de alternativa. Lo saben los asistentes sociales, los abogados y jueces, y cualquiera que se desempeñe en el mundo real en asuntos de familia. Divorciarse es de ricos, o divorciarse le convierte a uno automáticamente en pobre, tanto da. Muchas parejas permanecen atrapadas en convivencias tóxicas porque les resulta imposible conseguir un piso para la mudanza de uno de sus miembros. Me marcharía, pero ¿a dónde? Lo nuestro se acabó y me tengo que ir a pernoctar al coche, al sofá de un amigo, a una caravana o a la cama de noventa en casa de mis padres. El progenitor que abandona el hogar y no encuentra una alternativa digna se arriesga a no lograr la custodia de los hijos. Así que se quedan, haciendo vidas separadas para no ponerse a compartir casa con desconocidos a los cuarenta. No atacar de verdad el problema de la falta de vivienda, un derecho básico recogido en la Constitución, reduce las rupturas familiares, pero a ver quién puede vanagloriarse de semejante infeliz consecuencia. Juntos a la fuerza porque los alquileres están por las nubes. No hay ninguna necesidad de que el Govern medie para que las familias se mantengan unidas, como propone Vox, ya se encargan las inmobiliarias. Basta con que siga como hasta ahora, de mirandas. 

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