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Ucrania da pasos en las negociaciones.

El ocaso de los dioses

Rafael Simón Gil

Los vaivenes de un héroe

Vivimos tiempos de indudables tics personalistas, autoritarios (un déjà vu deautocracismo democrático, permítanme el oxímoron) en los liderazgos políticos, algo que en sí mismo no debería ser necesariamente negativo, como nos recordaron en tiempos pretéritos figuras señeras, enérgicas, como Churchill, De Gaulle o Eisenhower. El problema radica, sin embargo, cuando quien practica ese autoritarismoevangelizador es un telepredicador oportunista, un profeta de sus propios postulados, una persona apegada con tanta insistencia al poder, con tal psicopatología en el ejercicio narcisista del mismo, que acaba perdiendo el sentido de las reglas de juego, la importancia de los contrapesos democráticos, la asimilación de la crítica -tanto exógena como endógena-, la persecución del bien común frente a los caprichos propios, y el horizonte estratégico que como legado debe a sus sucesores y a la nación que gobierna. Si todos estamos de paso en este mundo, en nuestras vidas y ocupaciones, en política ese pasar debe ir, además, estrechamente ligado a la responsabilidad que viene conferida por el privilegio del poder. De ahí que las verdaderas democracias, las que han madurado con el transcurso de los años y la pátina de la cultura política, mantienen robustos sus países al margen de quien los gobierne.

Sería deseable que todavía no supieran de quién les hablo, y es posible que yo tampoco; incluso que todo esto fuera un mal sueño producido por la pandemia del Covid chino, la falta de mascarillas para la dignidad, el volcán de La Palma, el sufrido cambio climático, el heteropatriarcado secular, los arbitrajes en contra, la impertinente, rastrera opinión pública que todavía no se ha podido neutralizar con subvenciones, el aguardiente de garrafa servido en el mesón de arrebatacapas el día que se perdió la vergüenza, la guerra de Putin contra Ucrania, los centenares de miles de transportistas de extrema derecha que luchan por sobrevivir, o, citando a Paul Valery, que el gusto se compone de un millar de malos gustos. Pero no. En este juego en el que tanto nos va hay que ser adultos, olvidarnos de Peter Pan y hacer frente a la verdad por dolorosa que resulte. No podemos engañarnos: ustedes dos lo saben y yo también. Sí, es EL.

Ya sé que muchas psicopatologías no nacen de un día para otro; que por lo común freudiano suelen remontarse a episodios de la infancia y adolescencia que, aparentemente dormidos, estaban; ya sé que siempre hay un edípico padre al que suplantar, y, en el caso que nos ocupa, no hay excepción a la regla, existieron precedentes que explican este tipo de procederes tan psicoanalizables. Hubo años atrás un diletante camarada de siglas, predecesor en el cargo, que apuntó con rotunda firmeza, constante ambigüedad y absoluta falta de escrúpulos el camino a seguir. Luego siguió todo lo demás: la designación, los primeros vaivenes, el abismo, el intento de fraude endógeno tras la hitchconiana cortina rasgada, el abandono de los fieles, la destitución, el destierro, la obligada odisea en compañía de Penélope, la vuelta heroica por las alcarrias camilojosecelanas, la victoria contra el aparato Minotauro, la fría sonrisa, el placer de la venganza, los enemigos en la morgue, la nerviosa visita al sastre de los conversos, la dulce paciencia táctica, las horas que hieren a la espera de última, que mata, vestida de frase en una oportuna sentencia, la molicie crónica, suicida, del dueño del bolso surrealista sentado en el diván de Freud antes de escribir política para adultos, el traidor del sainete abrigado bajo la fiabilidad infalible del ansia nacionalista por el dinero, el cesáreo nombramiento, las promesas por cumplir para incumplirlas y, finalmente, la llegada al poder.

Para que no se despisten durante el peligroso tránsito por el mitológico Helesponto que recorrió nuestro héroe antes de hacerse humano, demasiado humano, he de ratificarles que efectivamente se trata de EL. Pero como los monstruos suelen seguir la espuma de los héroes como ineluctable, trágica némesis de que los héroes son los únicos capaces de vencer a los monstruos, aquí empezaron los vaivenes de un velero en la botella (homenaje mudo a Jorge Díaz) que un día asoló el frágil velamen del héroe audaz. Cambios de rumbo, espejos rotos de no aguantar tanta narcisa hermosura, despidos improcedentes de los íntimos, corazones quebrados de dolor por el desaire del líder, erráticos puertos donde vender un producto cada vez distinto, psoriásicas vacilaciones en el tejido ideológico y, al final, una indigna decisión que deja al descubierto decenas de años de los laurendearabia prosaharauis que siempre defendieron, como seña de identidad de su partido, lo que EL acaba de canjear por una mercancía averiada.

Cerramos una crisis [sin decirnos que la creó EL] que tuvo su visibilización el 18 de mayo. Sentamos las bases de una relación mucho más sólida con el reino de Marruecos”; “aspectos que se consolidan como… el control migratorio”, ha dicho EL. Y como en el pasaje de los monstruos y el héroe, una crisis abre otra. “Haremos todo lo que esté en nuestra mano para que, efectivamente, podamos recuperar esas relaciones diplomáticas [con Argelia] que por desgracia se han viso alteradas en los últimos días”. Dice EL sin precisar que ha sido EL quien la ha creado. Qué trágica ironía: tras décadas de navegación y devoción, de compromiso inalienable con el pueblo saharaui, con los más desfavorecidos, todo el bagaje comercial de ese ignominioso canje ha sido evitar, impedir, la inmigración que tanto defendía EL. Qué pronto lo olvida todo; y más que olvidará. Se cumple el 50 aniversario de la muerte de Alejandra Pizarnik, la poeta que como Virginia Wolff prefirió llenar sus bolsillos de dignidad y acercarse al final Estigio. Válgame de ella y para EL su verso “recuerdo con todas mis vidas por qué olvido”. A más ver.

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