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Doménec Ruiz Devesa

Europa a través del espejo

Domènec Ruiz Devesa

Los dilemas de Ucrania (y Europa)

Varias personas retiran un cadáver de una calle de Bucha (Ucrania).

Putin ha fracasado en su estrategia inicial de una guerra relámpago, que hubiera implicado una rápida conquista de la capital de Ucrania y el derrocamiento del gobierno de Zelensky, con el consiguiente desfondamiento de la moral y resistencias ucranianas. En cambio, el país agredido ha resistido la ofensiva inicial e incluso ha lanzado algunos contra-ataques exitosos. Por un lado, las fuerzas armadas rusas, empujadas a la invasión en pleno invierno, han carecido hasta ahora de buenas cadenas logísticas y de suministros, viéndose sorprendidas por un ejército ucraniano alertado por Occidente y preparado para el combate, y mucho más motivado. Algunas de sus comunicaciones no estaban ni siquiera encriptadas. Estratégicamente, cabe concluir que los invasores no contaban con fuerzas suficientes y armamento sofisticado para sostener penetraciones por tres puntos cardinales (norte, este, y sur) y con múltiples objetivos simultáneos (Kiev, Jarkov, Odesa, Mariupol, Donbás, etc.). También ha sido decisiva la ayuda militar de Estados Unidos y Europa, siendo particularmente efectivos misiles anti-aéreos Stinger (que han impedido a Rusia controlar los cielos) y anti-tanque, los famosos Javelin, fáciles de utilizar y particularmente letales. Las bajas rusas superan ya todas las que registraron en diez años de intervención soviética en Afganistán (1979-1989), además de sufrir cuantiosas pérdidas materiales (tanques, aviones, etcétera).

Todo ello ha conducido a una retirada rusa del área de Kiev, donde ha dejado un panorama desolador, con la ciudad de Bucha arrasada y centenares de cadáveres abandonados en las calles, recuperando Ucrania el control del aeropuerto de Antonov y de Chernóbil, entre otros lugares. Todo indica que Moscú ha renunciado a su programa máximo (conquista total, cambio de régimen, anexión del Este hasta el Dniéper) pero buscará asegurarse ganancias que le permita a Putin salvar la cara, declarar victoria, y poner fin a esta desastrosa guerra. Para ello no le bastaría con hacerse con la salvajemente asediada Mariupol y conectar toda la enorme área que ha ocupado al norte de Crimea (Jerson, Melitopol) con la franja prorrusa del Donbás. Solo la ocupación total de esta cuenca, es decir, el dominio completo de las provincias de Lugansk y Donetsk (lo que no es el caso en la actualidad) y su incorporación a la federación rusa permitirían a Putin declararse vencedor y terminar la agresión, o alternativamente obtener el estatuto de neutralidad de Ucrania. Esta segunda vía ha sido reconocida públicamente por el presidente Zelensky como susceptible de ser negociada, pero como es natural requiere que su país obtenga garantías otorgadas por terceros países que disuadan al régimen ruso de emprender nuevas agresiones. Se plantea en todo caso un dilema entre resistir, con más muertes de civiles y destrucción en Ucrania, o aceptar una paz injusta e insegura, pues tal concesión (la neutralidad a secas) supone recompensar el ilegítimo e ilegal recurso a la fuerza por parte de Putin, incluyendo los numerosos crímenes de guerra cometidos. Aunque desde el punto de vista humanitario sería lo más deseable.

También Occidente, y en particular Europa enfrenta varios dilemas. Por un lado, las importaciones europeas de gas y petróleo rusos siguen financiando la maquinaria de guerra de Putin, pero Alemania se opone rotundamente a prohibirlas, dada su fuerte dependencia de estos combustibles fósiles. En cualquier caso, todos los estados miembros sufren altos precios de la energía lo que atempera el “ardor guerrero”. Solamente Pedro Sánchez ha abierto una importante vía de salida al lograr desacoplar el precio del gas del de la electricidad, por ahora limitada a España y Portugal.

Por otro, el gobierno ucraniano reclama más ayuda militar, desde sistemas de defensa anti-aérea más avanzados, a vehículos armados, tanques, y aviones de combate, lo que podría resultar determinante para frenar la probable ofensiva en la cuenca del Donetsk, y tal vez derrotar definitivamente al invasor. Pero el Kremlin amenaza arbitrariamente con denominar a “co-beligerante” a los estados que proporcionen blindados y cazas, lo que hace pestañear a los occidentales ante el riesgo de una desatar una guerra general con componente nuclear.

¿Qué hacer? Mientras Ucrania opte por seguir resistiendo la invasión antes que comulgar con ruedas de molino, Europa debe aumentar su asistencia en todo lo posible, por solidaridad y por lo que supone de defensa de nuestra propia seguridad y valores. Cuanto más efectiva sean sus fuerzas armadas, y más debilitada esté la hacienda rusa, mejor posición tendrá Kiev para obtener un acuerdo justo en las negociaciones. Es preciso encontrar la fórmula adecuada para entregar el armamento que reclama Zelensky. Algunos pasos adicionales pueden darse también en el ámbito de las sanciones, por ejemplo, prohibiendo internacionalmente la compra de petróleo ruso, lo que es más asumible a corto plazo para la economía alemana y europea que el corte del gas. A medio plazo, la Unión podría neutralizar las subidas de precios energéticos con un sistema de transferencias a empresas y hogares, financiado con una nueva emisión de deuda comunitaria a largo plazo. Pero por ahora el Consejo Europeo anda falto de determinación e imaginación política, bienes más escasos que las materias primas.  

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