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Imagen de archivo de la guerra de Ucrania

Estudiar mucho para saber poco

Es una frase profunda de Charles Louis de Secondat (barón de Montesquieu), filósofo y jurista francés perteneciente al movimiento de la Ilustración expandido por doquier en el siglo XVIII. Estudio y razón se ubicaban en la cúspide de este movimiento tan preclaro que rompía amarras con el Antiguo Régimen absolutista y abría un período a la luz, a las nuevas ideas, a la noción de equilibrio y control del poder, al objetivo fundamental de la felicidad y tantas otras cosas. Ojalá este siglo –comenzado en Europa con esta guerra cruenta por territorio, sobre el sostén de la fuerza bruta y poderío armamentístico del autócrata presidente de la Federación rusa- tenga ramalazos de inteligencia y aprehenda valores de aquél. Que sea un mal sueño y que los ciudadanos ucranianos puedan volver pronto a la tierra que les vio nacer. Así lo deseamos.

La guerra del invasor ruso está trayendo muertes de inocentes, desigualdad, destrucción, desolación, hambre y protección internacional. ¿Porqué? ¿Porqué?- se repite machaconamente ¿Por ampliar su territorio? ¿Vale para ello la muerte de miles de ciudadanos, niños incluidos? ¿Dónde se halla el respeto a la soberanía de un país autónomo? ¿Dónde el respeto al Derecho internacional y humanitario? La destrucción como ser humano del alto mandatario ruso es una realidad inconteste. Su dignidad, si alguna vez la tuvo, se ha evaporado por el sumidero causando tanto injusto dolor. Sabemos de las dificultades técnico-jurídicas – y de otro tenor- para que alguna vez el Tribunal Penal Internacional atrape al sátrapa y pueda ser juzgado por los crímenes.

Volviendo a épocas brillantes. Es cierto que la Ilustración representó una modernización cultural, difusión de nuevas ideas, el dominio de la razón y la inteligencia, la eliminación de la fuerza y el despotismo como expresión doblegadora. Por eso cuando contemplo la guerra en el interior de Europa y todas sus derivadas, recordamos, desde el estudio rememorado, lo que supuso el denominado “Siglo de las luces” sobre el contraste del racionalismo frente a la barbarie actual, la búsqueda de la felicidad frente a la destrucción y muerte, la creencia en la bondad natural del hombre frente a la transformación monstruosa en los momentos bélicos que se vive o el optimismo inhalador de la Ilustración frente al pesimismo introducido por seres sin alma. Cómo introducir, hoy, las luces de la razón para que iluminen las sombras de la ignorancia, es una labor titánica que hemos de desplegar Al menos intentarlo

La Ilustración perseguía nada menos que educar al pueblo, que la ciudadanía pensara y viniera en interesarse por la educación, la ciencia y el saber, en general. Me da la impresión que no hemos aprendido nada. Que esos ideales tan sólo quedan en los libros, en legajos, en letra impresa, si, pero olvidados, plenos de polvo.

Advierto con tristeza, hoy, que la argumentación diplomática del maligno se impone por la razón de la fuerza. ¿Dónde está la ONU?- preguntamos algunos. Por eso hemos de perseguir, de nuevo, y siempre, el uso de la razón frente a la cerrazón y las embestidas a las que somos muy danos, en frase machadiana. Que el respeto a la ley internacional no se convierta en una mera prédica en el desierto. Que las instituciones internacionales cumplan su papel, para que hechos de esta naturaleza no se puedan reproducir. Europa debe darse cuenta ya de sus debilidades y carencias. Se ha evidenciado de forma muy transparente. Si, es cierto, hay que estudiar mucho para saber un poquito. De ahí que culmine con el lema de la Ilustración y de muchas universidades “Atrévete a pensar” (sapere aude).

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