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Alumnos de la Marina Baixa examinándose de las pruebas para acceder a la Universidad el año pasado en La NucíaDavid Revenga

La Cuarta Vía

F. J. Benito

¿Quién puede estar en contra de dar más oportunidades a los universitarios que quieren acceder a Medicina?

Desanimados, mal pagados y trabajando en precario, pero imprescindibles: esa es la realidad de los médicos en este país. Algo urge mejorar dejando a un lado agravios y batallas políticas.

El mes que viene se cumplirán dos años de uno de los momentos más difíciles que me ha tocado vivir desde que mi hija arrancara su educación a los tres años. Acababa Bachillerato con matrícula y tenía claro que quería estudiar medicina. Una estudiante ejemplar que se enfrentaba a la Selectividad (a mí me gusta llamarla así, aunque hace ya más de 40 años que la pasé) tras haber superado una primera prueba de admisión en una universidad privada por aquello de tener un colchón por si fallaba la pública ante las brutales notas de corte. Yo, siendo optimista por naturaleza, no tenía ninguna duda de que accedería y, además, a la UMH, con el campus de Medicina, a diez minutos de casa.

Pues no, pasó lo peor. Un tropiezo en Selectividad, la nota final se le quedó en 12 sobre los catorce posibles, y con la de corte para entrar en la facultad por encima de los 12,5 se quedó a las puertas de acceso a una universidad pública. Para colmo, se elevaron también las notas de corte en las privadas, opción que guardábamos en la recámara dentro de un escenario para el que veníamos preparándonos por si acaso. En una semana se le hundió el horizonte, se bloqueó, nos bloqueamos todos y, gracias a la gestión a última hora de un compañero, su buen expediente y una entrevista sobresaliente pudo matricularse en Enfermería en la Cardenal Herrera, unos estudios que no había contemplado, pero que ahora, dicho sea de paso, le motivan cada día. Nunca sabes que te depara el destino.

Y ustedes dirán ¿por qué nos cuenta esto? Porque estoy convencido que lo que vivimos en aquel mes de junio fue un calco de la angustia que pasan cada año muchas familias alicantinas y miles en toda España cuando llega la hora de acceder a los estudios universitarios. Por eso, el hecho de que 75 buenos estudiantes que hayan elegido Ciencias de Salud en los últimos años del Bachillerato puedan optar a partir del curso 2023-2024 a estudiar Medicina en la Universidad de Alicante es una gran noticia. Como lo es, por supuesto, que la facultad de Medicina de la Universidad Miguel Hernández lleve formando a cientos de futuros médicos desde 1996, aunque su génesis fuera un capricho político. Hacen falta médicos, los vamos a necesitar cada día más por el envejecimiento de la población y el acceso a la jubilación de cientos de galenos. ¿Cuál es el problema? ¿Por qué en Alicante nos tenemos que oponer a cualquier proyecto se trate de lo que se trate?

Por supuesto que estamos hablando de presupuestos multimillonarios, pero para eso deben estar aquellos a los que pagamos sueldos, algunos estratosféricos, para resolver nuestros problemas y no liarse en discusiones peregrinas como los salarios de los asesores o la idoneidad de una televisión. Las prioridades son las que son y está claro que, si vivimos más, necesitaremos profesionales que nos atiendan y que estén bien pagados. No que emigren por Europa para buscarse el pan o, incluso, redondearse el sueldo. Ojo, como tampoco se puede consentir que, por ejemplo, un ginecólogo de la Conselleria de Sanidad le espete a una mujer embarazada aquello de que venga usted cuando quiera a coger la baja, mientras tanto déjenos tranquilos, tras enterarse de que su paciente está siendo tratada también por un compañero en la sanidad privada. Sí, estas cosas también suceden en la provincia o que haya que pedir la cita con un especialista con cuatro meses de antelación.

¿Faltan o sobran médicos? La respuesta debiera ser fácil, pero no lo es tanto si uno echa mano de los datos de los sindicatos médicos y la propia Administración. La estadística revela que España tiene 3,9 galenos por cada mil habitantes, frente a los 3,4 de media de la OCDE, pero también reconoce que tiene un déficit entre los estudiantes que salen de las facultades y las plazas MIR, a lo que se suma en los últimos años los miles de certificados que piden los médicos para buscarse la vida en el extranjero. Los que conocen las interioridades del sistema lanzan otro aviso: España no sabe con cuántos médicos cuenta en cada especialidad ni dónde ejercen.

¿Hay que evitar que de las facultades salgan más titulados que los que puede absorber el sistema MIR con las plazas que está ofertando, o es necesario aumentar las plazas? ¿Está bien pagada una profesión cuando hay médicos que no pueden ejercer en algunas localidades turísticas en verano? España y Alicante tienen un problema y urge resolverlo. Como hay que buscar una solución, y aquí la Generalitat tiene mucho que hacer, para que nuestros profesionales sanitarios, en este caso los médicos, pero también enfermeros y enfermeras no caigan en el desánimo o la depresión al comprobar, por ejemplo, que tras veinte años de profesión siguen encadenando contrato tras contrato temporal, mal pagados y con la permanente tentación de dejarlo todo para emigrar un país europeo donde además del reconocimiento encuentran un salario acorde con su trabajo. Cualquier profesión merece el respeto absoluto, pero, vaya, hablamos de personas que nos salvan la vida y nos cuidan cuando más lo necesitamos.

Los datos no dejan lugar, por otro lado, ninguna duda. Más de la mitad de los médicos del sistema de salud público de la Comunidad Valenciana ya no cumplirán los 50 años y un 22,1% tiene más de sesenta, con lo que se espera que en los próximos años haya un número importante de profesionales médicos que se vaya a jubilar. Ximo Puig ha marcado 2027 como el punto de inflexión para este relevo generacional y no le falta razón.

Quienes se oponen a la apertura de nuevas facultades de Medicina sostienen que el problema está en el insuficiente número de plazas de formación de especialistas MIR. ¿Y? Ahí está el problema. No el que pueda haber dos facultades a menos de ocho kilómetros de distancia.

La clave está en realizar una buena especialidad después de los seis años de una carrera larga, difícil, complicada, a la que llegan alumnos con expedientes académicos excelentes, y no lo hacen otros, tan capacitados y con los mismos o mejores currículos, que por falta de plazas, mala suerte o una dudosa corrección del docente de turno del examen se quedan a las puertas, aunque esa es otra historia. ¿Hacen falta plazas MIR? ¿Qué se creen? Pero esa no puede ser la razón para bombardear el plan de la Universidad de Alicante. Nos quejamos de que se necesitan profesionales, que un médico no puede atender a 25 pacientes por turno y de mil cosas más, pero luego... El campus de San Vicente cuenta con infraestructura. Pues adelante, y si la UMH tiene capacidad para ampliar plazas, pues adelante también.

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