Muy recientemente coincidieron en la cartelera dos exquisiteces que el público alicantino, tan suyo y pacato en ocasiones, dejó pasar de largo. El 13 de mayo pasó por el Teatro Principal el gran Carlos Hipólito, versionando en un monólogo la biografía del escenógrafo Gerardo Vera. ‘Oceanía’ fue un espectáculo emocionante y emocionado. Partiendo de un texto en exceso ideologizado, que se centraba en la mala relación que tuvo Vera con su padre, un falangista muy próximo a Franco, concluía el relato con la reconciliación padre-hijo y la muerte del progenitor en 1977. Carlos Hipólito hizo suya la propuesta y elevándose por encima del texto, desde la sencillez, sin ningún tipo de histrionismo, empleando únicamente como recurso la voz, logró uno de los trabajos actorales más rotundos vistos en el Principal en las últimas temporadas.
Al día siguiente el Teatro Arniches acogió el espectáculo ‘Bach’ de la compañía Mal Pelo, donde la bailarina Federica Porello ofreció un verdadero recital de expresión corporal partiendo la obra ‘El clave bien temperado’ en versión pianística. La armonía y la belleza se adueñaron del escenario del Arniches logrando que durante una hora se detuviese el tiempo.
Para la función de Carlos Hipólito solamente se vendieron 160 butacas en el Principal, y para la de la compañía Mal Pelo en el Arniches no diremos cuántas. Como ocurre en estos casos, cuando la calidad apabullante de las propuestas no obtiene el favor del público, cabe preguntarnos en qué ciudad vivimos, en qué país vivimos, en qué sociedad vivimos. Abruptamente, algunas respuestas las encontramos a las mismísimas puertas del Principal, en esa marabunta que es el tardeo, esa gente que ruge. Hay que educar. ¿Pero por dónde empezamos? Porque habrá que educar también a los educadores. Qué panorama.
