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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

El difícil arte de gobernar

Sánchez reivindicará la utilidad de la coalición pese a los choques internos

Días atrás me asaltaron Los Juegos del Mediterráneo. Me quedé al constatar que se trataba de Orán y que quienes disputaban el pase eran España y Marruecos, el tridente del momento. No hace falta decir qué escuadra dejó a la vecina con el culo al aire. Sánchez, cuando se pone, se pone.

 Cuatro colegas, y es posible que alguno más, han sido expulsados del país. Debe ser el cuatro-cuatro-dos del régimen alauita. A informadores acreditados se les impide que pregunten por lo ocurrido en la valla cuando bien saben que lo dicho por Rabat es palabra de Dios. Para qué va a explicar el inquilino de la Moncloa el giro si con ver cómo hasta su mujer agarraba a Biden de la cintura queda todo dicho. Sin embargo, la gestión de la pandemia y la red puesta a los más vulnerables han sido dignas de alabanza, sin que tampoco se reconozca de forma categórica ni de lejos. Desde que llegó fue crucificado por «poderes ocultos» y diáfanos. Cómo será que ha tenido que esperar a que Tezanos lo reivindique en un libro y diga que está dándole la vuelta a la tortilla. Ya veremos si con la pechá de salir en los medios que se está dando le queda jugosa.

   Boris Johnson accedió a Downing Street metiéndose a la basca en el bolsillo. Como remarca John Carlin, que lo califica de irresponsable sin principios ni capacidad de gestión, es un tipo talentoso, erudito y payaso divertido. Y que escribe muy bien el canalla. En 2015 le regalé su volumen «El factor Churchill» a alguien que se portó fenomenal y aún hoy me pregunto si lo leería antes de que entrara en la vorágine. También saltó un tuit de su madre calificándolo de «idiota sin sentido común», aunque sorprendentemente fue un «fake» sobre alguien que despreció a los eruditos en el arranque del covid e impuso su criterio sin base científica para acabar bailando en medio del vía crucis. Tras alabar a su nación, se irá recreándose en lo que ama sobre todas las cosas: al del espejo.

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