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Gabriel Echávarri

¿Quién sufrió a quién, señor Payá?

Procesión del Perdón en la Semana Santa de Alicante 2022 HÉCTOR FUENTES

Reza el dicho que “segundas partes nunca fueron buenas”, y tanto el dicho como el rezo puede ser perfectamente aplicable al intento de retorno de Alberto Payá a la Presidencia de la Junta Mayor de Semana Santa de Alicante. No seré yo quien califique sus méritos o deméritos para volver a acceder a dicho cargo, pero si el mayor mérito que dice atesorar fue que en su anterior mandato “tuvo que sufrir al tripartito” es obvio que poco tiene que aportar. Una afirmación, además, que es gratuita.

Emplazo públicamente a que diga qué sufrimiento sufrió con el tripartito. ¿Se suspendió alguna procesión? ¿No se cortaron las calles? ¿Se encontró con problemas en la concejalía de Fiestas? ¿No se promocionó la Semana Santa? Que diga claramente cuáles fueron esos problemas, porque si alguien sufrió a alguien puedo decir en voz alta que fue el que aquí suscribe.

Cierto es que se le prohibió utilizar la Casa de la Festa para una “charla” sobre gestación subrogada que tenía a Isabel Bonig como protagonista, porque, además de su claro tinte político, nada tenía que ver con la Semana Santa. La Casa de la Festa es un espacio apolítico y así se le hizo saber, lo que, por cierto, desató una escalada de insultos muy gruesos hacia mi persona en un chat que tenían los miembros de la Junta, con el señor Payá ejerciendo de Poncio Pilatos. Es decir, lavándose las manos. Vejaciones que solo cesaron cuando, en calidad de alcalde, llamé personalmente al señor Payá para indicarle que tenía conocimiento exacto de lo que en dicho grupo se estaba diciendo, lo que provocó que el entonces presidente y ahora de nuevo candidato compeliera a los miembros del chat a cesar en sus insultos, con una bíblica frase: “Me acaba de llamar el alcalde, hay un judas entre nosotros”. Les puedo asegurar que los insultos, de los que aún guardo copia, eran muy graves.

Quitando este incidente, en el que volvería actuar de la misma forma, ningún problema hubo más con la Junta Mayor, salvo la referencia que el señor Payá hizo a mi persona en el pregón de 2018, donde extasiado de púlpito y fieles en San Nicolás dijo que le parecía una vergüenza que el alcalde nunca hubiera ido al acto del pregón. Dicha manifestación fue contestada, en el sentido de que “sería encantado el pregonero del año siguiente”. El señor Payá replicó que “para ser pregonero hay que ser católico”, lo que evidentemente supuso otra agresión intolerable a mi libertad religiosa, dado que católico soy, si bien no prácticamente. De hecho, jamás rehuí un acto religioso cuando por razón de mi cargo debía atender.

Catolicismo que entiendo desde el respeto al pensamiento de los que no lo hacen como yo. Catolicismo que entiendo desde el cumplimiento de las normas eclesiásticas, pero también las civiles. Porque si hay algo poco católico es permitir que haya trabajadores sin asegurar. ¿Verdad, señor Payá?

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