El verano está siendo caluroso, lo que no es culpa de nadie, y caótico en las urgencias hospitalarias, lo que deriva responsabilidades discutibles.

En muchos hospitales de España, incluyendo los de nuestra tierra, se están viviendo situaciones propias de hospitales de campaña, con esperas prolongadas, ausencia de camas y escasez de profesionales. El aumento de incidencia de infección por COVID-19 nos retrotrae a una situación similar a la navideña cuando se colapsaron las urgencias, con el agravante de que recae sobre una atención primaria exhausta y coincide con los turnos de vacaciones de los profesionales sanitarios.

Hay problemas para ingresar en los hospitales, problemas para derivar a los especialistas, problemas para ser atendidos en los centros de salud…

Más allá de salir a aplaudir a los profesionales sanitarios a las 8:00 de la tarde, conviene que reflexionemos acerca de la sanidad española, que muchos califican de modélica. Y quiero incluir en esta reflexión a la sanidad pública y a la privada, que parece, a tenor de las declaraciones públicas, y que solo existe para llenarse los bolsillos. Y no es así: en la sanidad privada trabajan miles de profesionales tan esforzados y tan dignos como los de la pública, para llevar un sueldo a su casa. Solo unos pocos, recalco unos pocos, consiguen abultados ingresos a fin de mes, en cualquier caso, ganados por su prestigio y su buen hacer. La inmensa mayoría son profesionales pagados igual o peor que en el sector público, y a quienes se recurre ante las evidentes insuficiencias de este.

Porque lo que falla en el sector público es la planificación.

El sistema falla desde la base, aún no nos hemos dado cuenta que transformar en funcionarios a los médicos y al personal sanitario no funciona, remunerarlos con sueldos de tercer mundo solo produce insatisfacción y deseo de migrar a otros lugares donde su trabajo sea apreciado. Añádase a esto precariedad laboral, ausencia de carrera profesional, saturación, excesiva burocratización y gestores poco preparados.

Cuál sería la solución, se están ustedes preguntando.

Yo me atrevo a sugerir algunas, con el ánimo de aportar algo positivo a un inevitable debate:

Modelo de asistencia primaria similar al francés, donde los profesionales se asocian, ofrecen sus servicios a los ciudadanos y perciben una remuneración de acuerdo con lo que trabajan y lo que son capaces de atraer a los pacientes.

Asistencia especializada y hospitalaria gestionada por profesionales, no por políticos. Contratos por objetivos, incentivos significativos por el logro de ítems de calidad: tiempos de espera, intervenciones, satisfacción del paciente.

Hay algunas medidas más, pero todas tienen un denominador común: cuestan dinero y tienen carácter incentivador hacia los profesionales. Insisto: el modelo funcionarial no sirve, es más, desincentiva al que trabaja más y no lo ve reflejad ni en sus emolumentos ni en su carrera: Al final iguala por abajo.

Habría que plantear la sociedad española que, si quiere tener una sanidad puntera, hay que pagarla. Porque cuando en los estudios internacionales aparece la sanidad española no lo hace como la mejor, lo hace como la más eficiente, es decir, la más barata. No hay país europeo avanzado que pague tan mal a sus profesionales sanitarios. Y si no pregunten ustedes a su médico lo que gana a fin de mes.

Y para poder exigir a los profesionales hay que remunerar adecuadamente su preparación y su dedicación. ¿Qué es cara la sanidad? ¡Sin duda! Pero a estas alturas hemos de elegir si queremos tener una administración lujosa, llena de asesores, puestos redundantes, coches oficiales, cargos de confianza y proyectos alejados de las necesidades de los ciudadanos o queremos una sanidad ágil, eficaz y resolutiva. Los médicos y profesionales españoles han demostrado de lo que son capaces, no hay más que ver los resultados del programa nacional de trasplantes. ¿Saben ustedes cual es la diferencia? Que en ese sistema los profesionales están integrados, escuchados y adecuadamente remunerados. Quizá, después de todo, tan solo se trata de eso.