Estando yo de viaje, hace unos días mi vecina Consuelo me mandó <<como regalo por nuestra veterana y pujante amistad>>, dijo, un mensaje de whatsapp con una lista de cambios de hábitos de consumo que ella, maestra de la hipérbole certera, tituló Secuelas ocasionadas por el desbocado mercantilismo chino y el expansionismo imperialista ruso.

Consuelo es graduada en Ingeniería Agroalimentaria y Ambiental e hizo un máster en Nutrición humana y Salud y sostiene con una convicción de hierro que las condiciones de la vida corriente anterior al estallido de la pandemia y la guerra de Ucrania no volverán a darse ni a corto ni a medio plazo. 

A la vuelta de mis correrías, yo, aunque al final le he dicho en broma que no sea agorera, no he tenido más remedio que coincidir en buena medida con ella mientras ha vuelto a perorar sobre esto.

-Hubo un tiempo en que se criticó a Angela Merkel porque se erigió en la abanderada de la austeridad-me ha recordado.

En aquel entonces, excepto Alemania, el resto de los países de la UE nos veíamos tan capaces de conquistar cotas de enriquecimiento ilimitado que eran contados los que se pusieron al lado de la canciller.

Bueno, pues ahora nos encontramos en un momento de austeridad forzada porque Putin ha desbaratado aquellos planes.

Yo sospecho que Merkel, que se entrevistó con él en varias ocasiones, intuyó, sin llegar a manifestarlo nunca, que el autócrata ruso no iba a quedarse de brazos cruzados al verse menospreciado con toda justicia por Occidente tras la anexión de la península de Crimea.

Pero, si te parece bien, voy a referirme a mi lista.

Aunque antes de nada, ¿sabes lo que me está pasando?

Es algo que me preocupa y me siento avergonzada al decirlo: voy notando que cada vez soy más acaparadora.

¡Quién me lo iba a decir!

¡Yo, que tenía siempre casi vacías la despensa y la nevera en los buenos tiempos!

Acumulo alimentos porque los precios se disparan minuto a minuto. Eso sí, llevo la cuenta de las fechas de caducidad y no desperdicio ninguno.

Hoy en día, en tiempos de precios altos, cada migaja de pan, cada sobra, es un tesoro que hay que guardar como oro en paño.

Y, en consecuencia, me estoy haciendo una experta en congelar cosas. Abro tantas veces al día el congelador para meter esto y lo otro que apenas enciendo el aire acondicionado para hacer frente al calor. Y así, además, ahorro unas perras en la factura de la luz.

A propósito, yo no creo que la subida de impuestos a las eléctricas vaya a hacer que dejen de obtener los opíparos beneficios que están consiguiendo.

¡Ya se buscarán las mañas para sortear las obligaciones a las que se verán sometidas si de veras cumplieran al dedillo los artículos de la ley!

¿Y el impuesto a los bancos?

Pues lo mismo.

Lo repercutirán sobre nuestras cuentas corrientes.

¡Los bancos, que son también accionistas mayoritarios de las eléctricas, no lo olvidemos!

En fin, que los que pagamos las consecuencias de todas las calamidades siempre somos los mismos, los de las clases machacadas.

Los que cargamos con el peso de la perfidia de los económicamente bien instalados sobre nuestros pobres hombros desgonzados...