A lo largo de los últimos cuatro años y medio es cierto que la Confederación Empresarial de la Comunitat Valenciana (CEV) ha conseguido cosas que probablemente hubieran sido impensables tiempo atrás en Alicante. Sin embargo, a pesar de los aciertos que haya podido tener, no parece que la patronal que preside Salvador Navarro haya acabado de encontrar la tecla en Alicante. Tres presidentes en este tiempo y revueltas puntuales por parte de los herederos de la antigua Coepa -por muy residuales que puedan ser a estas alturas- así lo atestiguan. El último episodio tuvo su colofón este lunes, con la destitución como vicepresidente de CEV Alicante del dirigente de Uepal, Juan José Sellés. Un Sellés que, a estas alturas, no ha hecho más que aprovechar un momento de debilidad de la CEV, justo cuando en el punto de mira están temas estratégicos para este territorio como el traslado de la parada del AVE a Chamartín o la reivindicación de que la Agencia Estatal de Supervisión de la Agencia Artificial se instale en Alicante. Y son solo dos ejemplos. La sensación de que ya está todo hecho en la provincia desde el punto de vista de la unidad empresarial una vez que las grandes organizaciones sectoriales se han integrado en la CEV y que las voces discrepantes no son más que una pataleta por muy justificado que esté el fondo de su discurso; la capacidad que ha tenido el presidente de CEV Alicante, Joaquín Pérez, para dejar huecos importantes sin cubrir -como en el acto organizado por Carlos Mazón para reivindicar la sede de la Inteligencia Artificial- e incluso una capacidad de liderazgo provincial que en algún momento se ha puesto en entredicho, unido a la sensación de tutela permanente desde València con una patronal que no acaba de tener independencia y autonomía suficiente son sólo algunas de las flaquezas que una vez más ha vuelto a aprovechar Sellés, por más que se represente a sí mismo y poco más. Por eso, quizás quien debería tomar nota de todo lo sucedido, más que Uepal, es la propia CEV.