#Alicante se planta. Se acabó! Alicante no se humilla. Estos tres lemas, distribuidos en los últimos días, con la intención de movilizar la ciudadanía contra los Presupuestos Generales del Estado en una concentración que tendrá lugar pasado mañana frente a la Subdelegación del Gobierno, ofrecen diversas reflexiones que van más allá de un simple anuncio. El uso del término “humilla” me ha servido para revisar mis lecturas antiguas y observar la posible vigencia del término. Su uso, sin ninguna duda, es correcto. Hablamos de “humillar” cuando se hiere el amor propio o la dignidad de alguien. Me refiero a la especie de “homilía” que el Quijote ofrece a su fiel escudero cuando son invitados humildemente por unos cabreros y éste prefiere comer de pie y así no tener que pensar en cortesías ni modales de mesa: “con todo eso, te has de sentar, porque a quien se humilla, Dios le ensalza”. Con esta expresión, entendemos el acto de inclinarse o de sentarse como una señal de sumisión y acatamiento, sin que tenga un sentido negativo como el que se utiliza en el anuncio de la concentración a la que me he referido. Una sumisión, pues, voluntaria de los protagonistas del libro de Cervantes, que nada tiene que ver con lo que se considera una imposición presupuestaria.

Las entidades inicialmente convocantes de esta movilización, la patronal CEV, la Cámara de Comercio y el Instituto de Estudios Económicos de Alicante (INECA) expresan en el manifiesto donde se han adherido diversas entidades y empresas, así como particulares –llama la atención en su web la advertencia: “sólo podrás ver a aquellos que nos han dado su consentimiento”, los diferentes elementos que entienden que es un agravio para la provincia de Alicante. Advierten así que la aplicación de los Presupuestos Generales del Estado para el 2023 supondrá graves perjuicios para el desarrollo socioeconómico, los servicios públicos, la competitividad empresarial, el empleo y el bienestar de nuestra ciudadanía.

Los manifestantes, con la etiqueta #AlicanteMereceMás, recuerdan la drástica reducción de la parte de los presupuestos destinados a Alicante en los últimos años. Parten de una realidad innegable: somos la segunda provincia en la que más ha crecido la población desde 2020 y la quinta que más aporta al PIB estatal. Por el contrario, con la propuesta presupuestaria, seremos la última en inversiones por habitante. Todo ello viene gravado por la existencia de una población flotante no censada considerable, con 2 millones de visitas de turistas anuales, que provoca un impacto importante en sus servicios públicos. La declaración, que podemos leer en la web de la plataforma, enlaza esta falta de incremento de los presupuestos con la infrafinanciación histórica de la Comunitat Valenciana.

Vistos estos argumentos es fácil entender los motivos que provocan la reacción de una parte de la sociedad, especialmente del mundo empresarial y de algunas organizaciones políticas. Razones no les faltan, sin ninguna duda; digamos que los responsables de estos presupuestos, sin quererlo ni beberlo, han puesto a su disposición un motivo de protesta en un año en el cual se desarrollaran diversos procesos electorales. Aquí es donde podemos encontrar la voluntad de algunos firmantes del manifiesto de que su identidad no sea revelada. Habría que cruzar estos datos con la respuesta final que tenga la movilización del día 3 que tendrá, como cabe esperar, una respuesta más que notable. A pesar de ello, ¿qué influencia directa pueden tener estos presupuestos en la evolución de nuestro tejido socioeconómico? Cierto es que, cuando el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, fue preguntado en un acto de la semana anterior organizado por el diario Información en Casa Mediterráneo sobre este tema ofreció una respuesta baladí que dejó más de una sonrisa en la cara de los asistentes: “con estos presupuestos, los pensionistas y otros sectores sociales desfavorecidos se beneficiarán de las subidas correspondientes. Los de Alicante, también”. Con posturas como esta, “los humillados” estamos en condición de reclamar que sabemos sumar y restar, que no es una respuesta digna para nosotros.

Es obvio que unos presupuestos como estos marcan la tendencia de la inversión pública en todo el país; que Alicante esté poco favorecida no es una buena noticia. Y más si añadimos la falta de una financiación adecuada a la población valenciana o la inexistencia de un Plan de Financiación Plurianual para las universidades públicas valencianas. Como nos advierte el anuncio de la movilización, ¿tenemos que quedarnos de pie, sin sentarnos, como Sancho Panza, porque nos hemos sentido humillados? Es obvio que no, que hay que responder a cada exigencia justa que consideremos. Entiendo, pues, la reclamación, pero no sus formas. Tenemos la potestad de reclamar a nuestros gobernantes que actúen con responsabilidad: el progreso de una sociedad se entiende a partir del consenso y de un repartimiento equitativo de las inversiones. La decisión de sumarse a un manifiesto de estas características es personal, sin ninguna duda. Lo extraño del asunto es que decidamos sumarnos sin decir que lo hemos hecho. Firmar para no ser humillados, esconderse para no parecerlo ofrece una imagen mayor si cabe de sumisión y de cobardía. Esta es, pues, la paradoja.