No sería justo infravalorar el esfuerzo “deconstructor” del agravio a Alicante que hace Ximo Puig en los Presupuestos de la Comunidad para arreglar lo que Pedro Sánchez ha derruido en los suyos. Por una vez, nos toca mucho más de lo que nos correspondería y eso es algo a lo que en esta provincia no estamos últimamente muy habituados.

Dicho esto y dando más preponderancia al valor del gesto de Puig que al volumen económico del desagravio, que tampoco es para echar en saco roto, hay que admitir que la afrenta sigue ahí, incólume y sangrante. El “agravio”, palabra que en Alicante está adquiriendo un alto potencial de destrucción masiva si hablamos en términos electorales, es una cuestión económica, pero también moral. Decía Pedro Crespo en “El alcalde de Zalamea” que el honor es patrimonio del alma y el alma solo es de Dios. Orillando hábilmente el trasfondo machista y preconciliar que subyace a la opinión de un español de orden en el siglo XVI, la idea es adaptable a lo que nos pasa ahora mismo por estos pagos. Y es que, siendo grave, el problema no es que nos den más o menos, o que ni siquiera nos den lo que nos corresponde.

El verdadero problema es que desde el Gobierno central nos han ninguneado, humillado, preterido, olvidado y todos los “ados” que se les ocurran. Y eso es un agravio en toda regla. La RAE es clara en sus dos acepciones principales del término y cristalina si se le añade el odioso adjetivo: “comparativo”.

La segunda acepción revela que nos han causado un perjuicio evidente en nuestros derechos e intereses y, además, comparativamente, nos han hecho objeto de un trato desigual porque en la provincia de Alicante somos tan españoles y tan buenos contribuyentes como nuestros compatriotas y tenemos los mismos derechos que ellos. Pero, además, y aquí va la primera acepción, han causado una considerable ofensa a nuestra fama y honor.

Ahí es donde entra Pedro Crespo y donde debemos ponernos dignos porque es lo que toca. Estoy convencido de que Ximo Puig premia en sus presupuestos a Alicante porque cree que es justo. Pero también porque el autor del agravio, que aún es una herida abierta, es de su partido y es él precisamente quien tiene más difícil explicar el porqué de esta faena.

Algo así no se arregla solo con dinero. Sí es verdad que el PSPV va a hacer acto de presencia en las múltiples movilizaciones convocadas (de las humedades, como decía un viejo amigo mío, ya hablamos otro día) o solo en alguna de ellas, su presencia sí tendrá un valor reparador del daño moral porque es un enfrentamiento mucho más claro contra un gobierno de su propio partido. Ese es un gesto balsámico.

Faltará que Sánchez haga lo propio con alguna decisión de calado que repare la hoy dañada imagen de Alicante evidenciando que hay arrepentimiento e incluso propósito de enmienda. Es decir: que tenga intención de empezar a deconstruir el agravio, que diría Derrida.  

Y una cosa más:

En Alicante faltan intermediarios financieros, empresas que actúen como facilitadores de la financiación que necesitan las empresas emergentes para pasar de la imaginación de los emprendedores a la realidad. Sin esos intermediarios, la labor de entidades como el Instituto Valenciano de Finanzas se complica y hace que el dinero se vaya a los lugares donde sí existen.

El revelador toque de atención de Manuel Illueca se inscribió en su sobresaliente intervención en el Foro Alicante en la que vaticinó que habrá un estancamiento de nuestra economía pero que no llegaremos a entrar en recesión. Que San Pablo, santo patrono de los economistas, le oiga.

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