Nuestros políticos locales compiten entre sí a la hora de enarbolar la bandera ecológica, abriendo un amplio abanico de acciones y prácticas que llevan prendidas la etiqueta de la sostenibilidad ambiental, dirigidas a hacer frente a la amenaza del cambio climático. Sin embargo, la extensión e insistencia del discurso de la sostenibilidad está produciendo unos efectos desmovilizadores en la política: la disminución de las emisiones de efecto invernadero son esenciales para nuestra supervivencia frente al cambio climático, pero no implican una sociedad más justa e igualitaria.

Este texto es un breve ensayo en el que se expone como la política ha sido sustituida por la gestión de los expertos y por las nuevas tecnologías que se nos presentan como salvadoras ante los peligros de la crisis ambiental, mientras ocultan un lado oscuro de dominio y control sobre los ciudadanos.

La noción de “sostenibilidad” apareció ligada a una posición ética ante los efectos devastadores que la civilización industrial estaba produciendo en la naturaleza. Aunque este concepto se institucionalizó en 1987 por la Comisión Brundtland ( Naciones Unidas) , está inspirado en el ensayo del filósofo Hans Jonas publicado en 1979, “El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica”. Como tesis de partida, Jonas sostiene que frente al poder de una tecnología que explota y domina la naturaleza no hay ninguna ética que dirija la acción humana: “La neutralidad moral de la que anteriormente disfrutaba la relación de la técnica con la naturaleza ha quedado abolida por la escala de las capacidades y acción tecnológica. El poder de la técnica moderna exige una ética que regule y limite su poder sobre la naturaleza y los hombres”. Ninguna ética nos había preparado hasta entonces para adoptar una posición de respeto y responsabilidad hacia la naturaleza, ni una ética que proteja a las generaciones futuras de las consecuencias de nuestras acciones, una responsabilidad que implica más a las políticas públicas que al comportamiento privado.

Sin embargo, esa vinculación entre naturaleza, ética y política que trasmitía aquella visión primigenia de la sostenibilidad, ha quedado reducido a un catálogo de acciones para frenar las consecuencias del cambio climático. La sostenibilidad deviene ideología en la medida que cumple una función de legitimación de cualquier acción que venga avalada por la ciencia o por la tecnología como instituciones que se consideran interesadamente neutrales en términos éticos, sociales o políticos. La sostenibilidad se erige en el frente de la lucha por la supervivencia de la especie humana, pero también por el mantenimiento del modelo de sociedad que nos ha tocado vivir hasta ahora, en este sentido es un concepto conservador: la sostenibilidad ambiental nos puede traer una revolución, pero sin cambio revolucionario. Por eso hay una pregunta que está ausente del debate ambiental: ¿la crisis climática, como otras catástrofes ambientales, son un coste externo asociado al desarrollo capitalista o por el contrario son efectos inseparables de la esencia del capitalismo?

La crisis ambiental ha contribuido a que la mirada de los ciudadanos se vuelva hacia la naturaleza. Una mirada que se extiende desde el miedo que inspira una naturaleza hostil (a esta tendencia, el urbanista Mike Davis la ha llamado “la ecología del miedo”), a las posiciones que la interpretan como un medio vulnerable revelado por la acción humana contra ella. Debería aprovecharse el debate ambiental para extender una noción de naturaleza menos singular y más amplia y rica. Quizás la pregunta previa que habría que hacerse antes de la de ¿qué ciudad queremos habitar? sería esta otra: ¿en qué naturaleza queremos que se inserte nuestra ciudad y como relacionarnos con ella?

La crisis ecológica exige repensar la política: ¿Dónde queda en el debate ambiental el espacio democrático de la búsqueda de alternativas para la ciudad futura en un contexto tan inestable ambientalmente como el actual en el que cada vez tienen más protagonismo la técnica y los expertos? ¿Dónde queda la construcción de un nuevo orden socio-ecológico más justo e igualitario? ¿Quién gana y quién paga, quién se beneficia y quién sufre en la nueva situación ambiental en que vivimos?