¿Freno a la globalización? 

Símbolo del euro.

Símbolo del euro.

Francisco Pastor Pomares

Francisco Pastor Pomares

La globalización de la economía comenzó a desacelerarse a partir de la crisis de 2008, y viene pisando el freno con fuerza después de la pandemia, la guerra de Ucrania y algunos procesos de nacionalismo económico como los que vemos en el Brexit, en el tradicional proteccionismo norteamericano y, aunque parezca extraño, en algunas políticas de ayudas a las empresas en la Unión Europea.

Algunos de los efectos de la globalización, como la deslocalización de los procesos productivos o los daños al medio ambiente no hacen más que añadir dudas a si en verdad la mundialización de la economía está en un proceso de retorno a lo local, un renacer a un nuevo proteccionismo industrial que evite lo ocurrido durante la pandemia, es decir, la falta de algunos suministros claves que obligaron a las cadenas globales a interrumpir su producción o un encarecimiento de los precios como consecuencia de conflictos geopolíticos que afectan a la distribución de los recursos naturales.

Algunas respuestas las tenemos si nos fijamos en China, un país que a la par que la desglobalización se ha ido ralentizando se ha ido convirtiendo en el líder de la manufactura y en el primer exportador mundial de mercancías. Y lo ha hecho gracias a su integración en la economía mundial y a la mayoría de las multinacionales norteamericanas y europeas que han invertido allí instalando sus empresas y filiales.

Como ocurriera en la década de los noventa, siguen existiendo razones de peso, tanto nacionales como internacionales, que impulsan a los países a negociar nuevos y más amplios Tratados de Libre Comercio, llamados también Acuerdos Comerciales Regionales (ACR). Según datos de la Organización Mundial del Comercio, al 1 de diciembre de 2022 existían 355 ACR en vigor, muchos de los cuales lo son plurilaterales, lo que viene a significar el deseo de los países de integrarse facilitando el comercio internacional de bienes y servicios y no obstaculizarlo mediante medidas proteccionistas a pesar de las incertidumbres.         

El acceso preferencial a los mercados, la atracción de inversiones, el establecimiento de relaciones pacíficas, el incremento del poder de negociación en la esfera internacional o la consolidación de reformas de políticas nacionales serian algunas de ellas. Estos acuerdos, llamados también de «última generación», tienen ahora una mayor dimensión y constituyen tratados muy amplios que superan la mayoría de las normas negociadas en anteriores acuerdos, ya que suelen establecer nuevas normas en materia de comercio electrónico, contratación pública, solución de diferencias y protección de la propiedad intelectual.

Por lo tanto, la desglobalización no existe como tal. Si acaso una nueva dinámica que está trasladando la mayor parte de sus beneficios a los países asiáticos como en un futuro lo hará a los africanos. La interdependencia económica entre las regiones del mundo es un hecho y la confianza entre las naciones es imprescindible para conseguir un mundo mejor y más democrático.

No debemos tener dudas al respecto, la guerra de Ucrania y Rusia terminará algún día y la economía mundial prestará la ayuda necesaria (ya lo está haciendo) para lograr su pronta recuperación e integrarlas de nuevo en el libre circuito de los flujos internacionales del comercio y de los movimientos financieros.