Ximo Puig y el liderazgo político

El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, atiende a los medios.

El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, atiende a los medios. / Manuel Bruque

Francisco Pastor Pomares

Francisco Pastor Pomares

Además de dar respuesta al control que la ciudadanía ejerce sobre la acción gubernamental, una de las cualidades que más aprecia el ciudadano en un gobierno seria su eficacia, es decir su capacidad para resolver los problemas públicos, lo que sin duda confiere legitimidad y un plus de liderazgo político.

Ximo Puig, presidente del gobierno de la Generalitat Valenciano y secretario general del PSPV-PSOE podría ser calificado de un profesional de la política que ejerce desde los comienzos constituyentes de la autonomía valenciana, allá por el año 1982. Un profesional en el sentido weberiano del término, vocacional, viviendo por y para ella adoptando una ética de la responsabilidad.    

Ha sabido ahormar un gobierno formado por distintas sensibilidades progresistas mediante un Acuerdo, el del Botànic, y conseguir para su partido un poder institucional y político como no existía desde tiempos de Joan Lerma, otrora presidente de la Generalitat entre 1983 y 1995 y ministro de Administraciones Públicas en el último Gobierno presidido por Felipe Gonzáles.

La experiencia y el conocimiento que atesora Ximo Puig como actor político, y la profesionalidad y eficacia que parece demostrada en cuantos cargos públicos ha ostentado quizá lo hayan convertido en un gobernante que ejerce su liderazgo no solo entre los simpatizantes y afiliados socialistas sino también entre quienes mantienen sus preferencias hacia partidos de corte más liberal o de centro derecha.

La impresión que suele transmitir Ximo Puig es el de cercanía sin populismos, un reformista representante de aquella socialdemocracia que transformó España acabada la dictadura convirtiéndola en un país moderno con un alto grado de bienestar social. Con voz propia ante los órganos federales de su partido, suele aportar racionalidad a las políticas que considera no acertadas practicadas por cualquier gobierno aunque lo sean de su mismo signo político. 

La reforma fiscal contraria a las políticas económicas del gobierno central y las constantes reivindicaciones sobre una mejora de la financiación autonómica forman parte de un discurso político propio que persigue apoyar a las rentas con mayor dificultad y dotar de más y mejores recursos a la administración autonómica.       

Su gobierno se esfuerza en vertebrar la Comunidad dotando a los territorios más necesitados de recursos y apoyando iniciativas de desconcentración administrativa, muy contestadas desde el centralismo del Cap i Casal. Sus constantes desplazamientos por todo el territorio señalan sensibilidad y preocupación por querer resolver aquellos asuntos que preocupan a sus habitantes. Y lo hace sin demagogia, postureo o frivolidades, tan de moda en la clase política actual. Diletantes en su mayoría.       

Los intentos de algunos sectores radicales de achacarle alguna responsabilidad en casos de corrupción que afectan a la financiación irregular de los partidos políticos sin aportar datos que lo incriminen directamente, no solo es síntoma de las malas prácticas que suelen emplearse en la competición partidista, sino una demostración de que para derribar sólidos liderazgos todo estrategia parece válida.   

Sin embargo, el liderazgo de Ximo Puig también admite algunas censuras. No se debe olvidar que su indisimulado buenismo puede ser signo de debilidad, que su ambigüedad en asuntos de Estado como los conflictos con el separatismo catalán transmiten un cierto temor a sus socios nacionalistas, y que su falta de contundencia para corregir algunos comportamientos indeseados en algunos cargos y dirigentes de su gobierno evidencian ausencia de autoridad.

Ejerce el poder desde un enfoque bidimensional manteniendo el control de la agenda política e impidiendo que determinados problemas sean aireados (la otra cara del poder), como los conflictos del agua en el sur de Alicante o las pugnas y desencuentros que ocurren en el seno de su partido a nivel nacional, no acertando con las contradicciones que suelen existir en quienes deciden (los populistas y nacionalistas que gobiernan aquí y allá) y en lo que realmente consiste el interés general.