En la muerte de Antonio Mestre, renovador de los estudios sobre la Ilustración

Antonio Mestre

Antonio Mestre / Josep Camacho

Enrique Giménez

Enrique Giménez

Los grandes maestros en la Universidad han sido aquellos que han despertado vocaciones, los que a través de su actitud han logrado apasionar a sus alumnos, que detectan de inmediato la identificación que existe entre el profesor y la materia sobre la que trabaja. Ayer nos dejó uno de ellos: Antonio Mestre, catedrático de la Universidad de Valencia y Alicante, y desde 1979 el primer decano de la Facultad de Letras de la incipiente Universidad lucentina.

La publicación de los primeros estudios de Antonio Mestre vinieron a dar un giro total, copernicano, a lo que era admitido en el mundo académico sobre la Ilustración española. En primer lugar, la renovación de la cultura española no era cosa de la segunda mitad del XVIII, ni tan siquiera de la instauración de la dinastía borbónica hace ahora más de trescientos años, sino que se había iniciado en el reinado de Carlos II, a fines del siglo XVII. Una minoría atraída por la novedades, y por ello calificada de "novatores", habían sido los introductores en España de nuevas concepciones culturales de carácter moderno, un carácter definido por su concepción abierta de la labor científica y en su interés por una renovación de la disciplina histórica, a la que el profesor Mestre dedicó una atención prioritaria.

Junto a la novedad que suponía situar los orígenes de la Ilustración a fines del XVII, al igual que sucedía en toda la Europa occidental, la influencia francesa se diluía en las investigaciones del Dr. Mestre, quien dedicó gran parte de su gigantesca labor historiográfica a sacar a la luz la extraordinaria importancia del ilustrado valenciano Gregorio Mayans en la cultura española del Setecientos.

Antonio Mestre es el impulsor de una obra sin parangón en la historiografía española dedicada al siglo XVIII: la publicación de la ingente correspondencia mayansiana, de la que ya han aparecido 22 volúmenes, y ello gracias a la labor benemérita, que debe ser destacada, del Ayuntamiento de Oliva, la Diputación de Valencia y la Generalitat valenciana. Los miles de cartas intercambiadas por el erudito desde su retiro olivense, muestran la asombrosa actividad erudita y epistolar de uno de los mayores sabios valencianos de todo tiempo, y en las que defendió el regalismo, el papel relevante de los obispos en el gobierno de la Iglesia, la reforma de la predicación y la lectura de la Biblia en lengua vernácula, como exponente de una religiosidad interior, distinta a la exterior superficial y supersticiosa, tan ampliamente extendida y sostenida por los enemigos de la Ilustración.

La dilatada dedicación a la investigación del Dr. Mestre, siempre en la primera fila académica, ha sido reconocida unánimemente como ejemplar por el mundo universitario nacional e internacional, puesto que el profesor Mestre ha puesto rostro y poblado de personajes un período clave de nuestro pasado, y también del pasado cultural europeo, que, sencillamente, no existía con anterioridad, y por lo que en 1999 recibió la Alta Distinción de la Generalitat valenciana al Mérito Cultural.

Para quienes fuimos sus discípulos, parece que escribiera el poeta y premio Cervantes Francisco Brines, también nacido en Oliva y amigo íntimo de Antonio Mestre, un verso brillante, espléndido como todos los suyos, extraído de un poema que comienza “delante estaba el monte”, y que se titula “el barranco de los pájaros”: “Teníamos que subir todos juntos el más hermoso monte”, y añade el poeta un consejo que invita a proseguir la senda abierta por el Maestro Mestre para recorrer las cordilleras y las barrancadas de nuestro siglo XVIII : “Hay que olvidar el sitio, ser más fuerte que el destino ruin, y con la noche, vergonzoso en la sombra, penetrar en una vastedad desconocida”.