El ojo crítico

Los evolucionados

El presidente de Vox, Santiago Abascal, junto al candidato de la moción de censura, Ramón Tamames

El presidente de Vox, Santiago Abascal, junto al candidato de la moción de censura, Ramón Tamames / VOX

Fernando Ull Barbat

Fernando Ull Barbat

Después de muchos intentos fallidos el partido de ultraderecha VOX ha conseguido por fin una persona dispuesta a presentarse como candidato por este partido en la moción de censura anunciada hace ya varios meses. Al contrario que lo expuesto por varios dirigentes políticos, pienso seguir con gran atención el discurso de Ramón Tamames. En primer lugar, por la importancia del propio acto en sí. No hay que olvidar que miles de españoles han dado su vida para que incluso un partido ultraderechista pueda presentar esta moción en el Congreso de los Diputados. Y en segundo lugar porque la persona de Tamames me merece el más absoluto de los respetos con independencia de que su solvencia intelectual y su pasado antifranquista estén siendo utilizados por un grupito que sólo está en política para asegurarse su modus vivendi o para resolver un descalabro económico consecuencia de estafas urbanísticas.

Pero si nos centramos en la propia figura de Ramón Tamames es evidente que llama la atención su evolución política. No hay que olvidar que llegó a ser uno de los principales dirigentes del PCE y que tuvo un papel destacado tanto en la lucha antifranquista como en el periodo de la Transición. Intervino de manera activa en la rebelión estudiantil de 1956, punto de partida de todas las huelgas que formaron parte de la oposición al franquismo y que culminó, muy a pesar de los defensores de la dictadura, con el regreso de la democracia a España. Rebelión que tuvo como principal organizador e instigador a un joven Jorge Semprún. Su posterior paso primero por CDS hasta llegar a la órbita de VOX significa un evidente deseo de protagonismo y de querer tener una participación en la política española que la vida le ha negado. En sus últimas declaraciones en los medios de comunicación hemos visto, sin embargo, una persona coherente ausente de los odios habituales que acostumbran a soltar los dirigentes de VOX u otros intelectuales que también como Tamames han experimentado una evolución cuanto menos extraña.

Gran amigo de Ramón Tamames es el escritor Fernando Sánchez Dragó. También con pasado comunista y con participación en el movimiento estudiantil de 1956 que le llevó a pasar un tiempo en la cárcel. Sánchez Dragó ha llevado a cabo en los últimos años un recorrido hacia la ultraderecha que resulta tan extraño y sorprendente como fascinante. Por algún motivo no sólo tiene la voluntad de provocar con sus salidas de tono machistas y propias del ultraliberalismo trumpista, sino también la firme intención de caer mal al máximo número de personas posibles. A este escritor se le conoce, sobre todo, por su programa sobre literatura que estuvo haciendo en televisión durante casi cincuenta años con su famosa entradilla, el tema musical “todo está en los libros”. Con el mismo formato repetido una y otra vez, en el que entrevistaba a escritores con ocasión de la publicación de un nuevo libro, Sánchez Dragó entró en las casas de los españoles hablando de libros y de cultura en general. Con el paso del tiempo los escritores que invitaba fueron cada vez más conservadores sin que ello supusiera en realidad un decaimiento en la calidad del programa pero al mismo tiempo Sánchez Dragó se convirtió en el prototipo de español cabreado con la vida que culminó con su acercamiento al partido VOX. Incluso ha publicado un artículo en la página web de la fundación nacional Francisco Franco sobre una visita que hizo al Valle de Cuelgamuros.

También hemos sido testigos de la transformación de otros intelectuales, antes de izquierda e incluso extrema izquierda, en negacionistas de la culpabilidad de los instigadores del golpe de Estado de 1936 o en odiadores profesionales de todo lo que tenga que ver con la política de izquierdas, esa misma política que durante años defendieron porque, o bien ellos eran sus protagonistas, o porque les supuso bienestar profesional hasta que las tornas cambiaron. Me refiero a escritores como Fernando Savater o Andrés Trapiello. A Savater en cierta forma se le comprende. Pasó de ser entrevistado casi a diario por periódicos, radios y televisiones a una pérdida de influencia intelectual en la sociedad española y en cierta manera a un cierto olvido. Su lucha contra el terrorismo de ETA y los que la apoyaban fue muy loable pero los tiempos cambian y las nuevas generaciones han ido creciendo, afortunadamente, en un país muy distinto a la España de los años 70 y 80. Y qué decir de Trapiello. Su derechización ha transcurrido paralela a la caída de su calidad literaria. Su libro Madrid (Destino. 2020) fue un éxito de ventas pero un despropósito de errores históricos cuyo único fin era justificar la dictadura franquista y criticar al gobierno de Pedro Sánchez (spoiler: tiene la culpa de todo).

Ha dicho Manuel Vicent que lo que le pasa a esta clase de personas es que confunden la decrepitud de su rostro con la de sus ideas. Pretenden culpabilizar de su envejecimiento a su yo del pasado pero mucho me temo que su evolución no va a modificar los efectos del implacable paso del tiempo.