La inteligencia del dinero

Ilustración en 3D de un robot de inteligencia artificial.

Ilustración en 3D de un robot de inteligencia artificial. / ARCHIVO

Antonio Balibrea

Antonio Balibrea

El tema se las trae, y va a traer cola, seguro. Cuando casi dos millares de investigadores, académicos y empresarios advierten en una carta abierta publicada por el New York Times que “las herramientas de la Inteligencia Artificial (IA) presentan profundos riesgos para la sociedad y la humanidad”, supongo que hay que tomárselo muy en serio, "la IA avanzada podría representar un cambio profundo en la historia de la vida de la Tierra y debe planificarse y administrarse con el cuidado y los recursos correctos”. “Los laboratorios de IA han entrado en una carrera fuera de control para desarrollar e implementar mentes digitales cada vez más poderosas que nadie ni siquiera sus creadores pueden entender, predecir o controlar de forma fiable”. No anuncian el Apocalipsis, pero por ahí le andan.

La carta va firmada por Elon Musk, el fundador de Tesla y dueño de Twitter, y también por el cofundador de Apple, Steve Wozniak, y cientos de empresarios y académicos de diversas universidades. La conclusión a la que llegan es la del entrenador que va perdiendo por goleada: ¡tiempo!, piden ¡tiempo! Un llamamiento a todos los laboratorios de IA para que paren durante al menos seis meses el entrenamiento de los sistemas de inteligencia artificial más potentes que el GPT4. (El GPT4 se presentó el 14 de marzo de 2023). Tiempo para incrementar “un conjunto de protocolos de seguridad para desarrollar sistemas sólidos de gobierno de la inteligencia artificial que incluya desde autoridades reguladoras”, hasta “instituciones bien dotadas para hacer frente a las dramáticas perturbaciones económicas y políticas (especialmente en la democracia) que provocará la inteligencia artificial”. La explicación a esa profecía hay que buscarla en las inversiones que ha realizado Microsoft, 10.000 millones de dólares, en OpenAI, que ha dejado de ser una empresa sin ánimo de lucro, de software libre, para convertirse en una de las empresas más rentables y tentadoras, o los millones en otras de Amazon y Google a los que hay que sumar los de los fondos de inversión que llegarán a los cincuenta mil millones en este año. La IA se ha convertido en un polo de atracción; han pillado a Musk con el pie cambiado, él ha invertido sus ahorros en comprar Twitter y en el desarrollo de su empresa de turismo espacial. Eso explica el artículo de Bill Gates, el dueño de Microsoft, (La Vanguardia, 2-IV), defendiendo el desarrollo de la IA general (AGI) o “fuerte”- distinta a la especializada- o sea, la creación de un software capaz de aprender cualquier tarea o tema. Para Gates los temores que suscita la IA, justificados, deben contrarrestarse con su “capacidad para mejorar la vida de las personas”. “La fuerza del mercado no producirán de forma natural productos y servicios de IA que ayuden a los más pobres. Lo más probable es lo contrario”. Los gobiernos y las iniciativas filantrópicas deben utilizarse para reducir la desigualdad- concluye- y también “los gobiernos deben colaborar con el sector privado” para limitar los riesgos de “las amenazas que supondrán los humanos armados con inteligencia artificial”.

La nueva tecnología podría eliminar una cuarta parte de los empleos de EE.UU. y la UE. Los mas afectados serían los trabajadores de tareas administrativas y de oficina; los abogados- casi en la mitad de los puestos de trabajo existentes- y en un tercio arquitectos, científicos, comerciales, e informáticos, ciencias sociales, negocios y operaciones financieras, servicios sociales y comunitarios, etc…los menos afectados limpieza y cuidados personales. El estudio elaborado por dos economistas, ha sido publicado el mes pasado por el banco Goldman Sachs.

Probablemente las medidas que exigen los intelectuales y empresarios en su carta son absolutamente necesarias; aunque ellos se opusieron, y se oponen, a la responsabilidad de los propietarios de las redes de Internet, y a cualquier supervisión gubernamental democrática con medidas que limiten su acceso a la información y privacidad. Cuando ni siquiera el gobierno norteamericano ha sido capaz de controlar la revolución del PC y de Internet, es dudoso que ahora pueda hacerlo con la IA, cuando los grandes monopolios aparecen enfrentados y los gobiernos también. De momento la Italia de Meloni ya ha prohibido el chat GPT4 de OpenAI, sin contar con el resto de la UE. Algo tendrá que decir y hacer la UE. Mucho está tardando

La autoridad de los gobiernos democráticos debiera estar por encima de la búsqueda del máximo beneficio. Por encima de la inteligencia de los listos, de la inteligencia, tan artificial como humana, que reduce la vida a ganar mas dinero que nadie.

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