Opinión

26 de abril, día de la visibilidad lésbica: "Te aseguro que alguien se acordará de nosotras"

Esther Tusquets (derecha) mirando a Ana María Moix (izquierda), en el centro la escritora Ana María Matute.

Esther Tusquets (derecha) mirando a Ana María Moix (izquierda), en el centro la escritora Ana María Matute. / César Malet

La función principal de la literatura, la de trasladarnos a otros mundos tanto para quien escribe como quien lee, ha sido a lo largo de la historia una válvula de escape para muchas escritoras que escribían a otras mujeres. Queriendo o sin querer, los poemas de Gloria Fuertes o Carmen Conde; las letras de Elena Fortún en ‘Oculto sendero’ o las palabras de Esther Tusquets han hecho los armarios más mulliditos en épocas donde salir de ellos era una condena a la exclusión social y las peores violencias.

Si cada 26 de abril celebramos el día de la visibilidad lésbica es también gracias a las que, después, ponen su granito de arena para que los nombres de las que estuvieron no se pierdan: el trabajo de editoras, compiladoras y especialistas en la literatura escrita por mujeres es esencial no solo por una cuestión de genealogía, sino porque interesa y es imprescindible para alcanzar normalizar y seguir andando hacia la igualdad real.

Además de las novelas y poesía de las propias autoras, donde encontramos ejemplos en los que se visibiliza el amor lésbico desde el Siglo de Oro (ay, Sor Juana Inés) hasta la actualidad, existen correspondencias y preciosas ediciones donde se recogen las palabras que se dedicaron autoras como Carmen Laforet y Elena Fortún. Ahí están editadas por Fundación Santander en ‘De corazón y alma’ las cartas que la autora de ‘Nada’ y la famosa ‘Celia’ intercambiaron entre 1947-1952. Qué tipo de amor se destila en ciertos pasajes tendrá que descubrirlo el lector.

También de amor van las correspondencias entre Carmen Conde y Amanda Junquera, a quien la de Cartagena escribiría sendos poemas sobre explorar su geografía durante toda la vida que compartieron juntas: “¡Qué suprema efusión de geografías! / Tus manos sobre mis manos. / Tus ojos, aves de mi árbol, / en la yerba de mi cabeza.”, escribía. Este epistolario, de Ediciones Torremozas, se une al imprescindible ‘Poemas a Amanda’ del mismo sello.

Recientemente veía la luz gracias a Blackie Books, ‘Lo que pasa es que te quiero’ selección de poemas amorosos de Gloria Fuertes. Este trabajo de Julia Viejo devuelve la justicia que se le debía a una Fuertes cuya poesía adulta golpea en la herida del mismo modo que escuece la de Cristina Peri Rossi. Escribía la Madrid que había estado “al borde del amor”, aunque en su pecho aleteaba un “pájaro encarnado”. La de Montevideo, de otra forma, se sumergió en él también desde los versos: "Orad: ella ha abierto sus piernas. / Todo el mundo arrodillado". La cuestión era nombrar, seguir editando, reimprimiendo, recitando y recordando la obra de las autoras que dejaron el camino hecho a las niñas que necesitaran encontrarse en las bibliotecas.

Y, a pesar de todo, seguimos sin tener una reedición de uno de nuestros mayores exponentes de la literatura lésbica: ‘El mismo mar de todos los veranos’, de Esther Tusquets permanece en los estantes de aquellas que tuvimos la suerte de encontrar ejemplares de segunda mano, pero sin nueva edición (prologada, cuidada). ¿Para cuándo un poco de consideración con una obra que, además de visibilidad y el contexto en el que fue publicada por primera vez ofrece una experiencia literaria de tanta belleza? Así hablaba Elia (protagonista) de Clara en esta valiente y guerrera novela de 1978:

Este amor que se da tal vez sólo una vez cada mil años, no puede concluir en nosotras mismas, debe abarcar también a todos los oprimidos, a todos los tristes, a todos los injustamente pisoteados, a todos los solitarios de la tierra, este amor debe ser capaz de arrastrarnos hasta cimas insospechadas, debe llevarnos a trasgredir por fin todos los límites, a violar de una vez para siempre todas las normas, y luego a reinventarlas, y me temo -me temo muchísimo- que en sus fantasías Clara nos imagine a las dos en disfraz de guerrilleras, que a ella, cierto, no le sentaría mal, componiendo -entre asalto a mano armada y bomba terrorista- unos sonetos inmortales o un definitivo estudio sobre Ariosto, y acariciándonos con caricias cada vez recién aprendidas en los descansos del combate - el viejo sueño de ver unidos arte, amor, revolución-, olorosas todavía las manos a tinta fresca y a pólvora de fabricación casera”.

Todo sea por cumplir la gran sentencia de Safo de Lesbos en uno de los pocos versos recuperados de su obra: «Te aseguro que alguien se acordará de nosotras».

A ver, entonces, si alguien se acuerda del "mismo mar" de Esther Tusquets.