Hacer el teatrillo

Antonio Sempere

Antonio Sempere

No es comprensible, se mire por donde se mire, que la cadena pública tenga que encargar a una productora privada un espacio como La matemática del espejo cuando, como quedó demostrado el pasado trimestre en las entrevistas de Encuentros, contaba con el contenedor perfecto para realizar entrevistas.

TVE tiene suficiente infraestructura para llevar a cabo un programa de estas características, en donde sobra la camarita de 360 grados, sobra el regimiento de técnicos en la trastienda de los entrevistados y sobra toda la puesta en escena, ese teatrillo que se monta frente al invitado.

Hablando de teatrillo, permítanme que me refiera a la entrega reciente de La matemática del espejo con Ana Belén. Cuánto artificio. Cuánta pose. Si no fuera porque la queremos tanto... ¿Dónde acaba el personaje y empieza la persona? ¿Acaso existe frontera entre Ana y María Pilar? Fue interesante observar el encuentro como representación a dos bandas. De un lado, el entrevistador, Carlos del Amor. Del otro, Ana Belén. Ambos con su mejor rictus. Ninguno de los dos fue capaz de quitarse la coraza del personaje que estaba representando.

Frente a frente, encantadores. Pero incapaces de comunicarse, a la manera en que lo hacían Soler Serrano, Iñaki Gabilondo, incluso Pedro Ruiz. Aunque en este caso, podían haber dejado a ella sola, y hubiese llenado la hora de televisión plena. Ana Belén llena por sí misma. Ya lo advertimos en el spot promocional. Carlos del Amor dijo que le preguntaría «cómo está», a modo de introducción. Y ella le contestó si prefería que contestara que «bien» o matizase la verdad, y cucó el ojo a todo el equipo que se disponía a grabar la entrevista. Ese gesto de la promo contuvo más verdad que todo el programa.