Ximo Puig vuelve al tren

Declaraciones de Ximo Puig sobre el 23J.

Declaraciones de Ximo Puig sobre el 23J.

Fernando Ull Barbat

Fernando Ull Barbat

Una semana antes de que se celebrasen las elecciones del 28M, el Partido Popular celebró en la plaza de Toros de Valencia su mitin estrella de campaña en la Comunidad Valenciana. Ese día salí muy de mañana a hacer un par de recados por las calles del barrio de Ruzafa, zona de Valencia en la que vivo desde hace ya bastantes años. En una calle estrecha y con poco tráfico a esa hora temprana me llamó la atención una furgoneta blanca y reluciente encima de la acera. En sus laterales podía verse una fotografía enorme del alcalde de La Nucía, Bernabé Cano, junto a unas palabras elogiosas del Partido Popular. De la furgoneta habían sacado ocho neveras azules. Con anterioridad se debían haber repartido bocadillos entre simpatizantes del Partido Popular que se los comían alrededor de la furgoneta. Algunos lo hacían con la boca cerrada. Las neveras eran de las grandes. Todo el que haya ido alguna vez a la playa con sus hijos con una de esas neveras conoce el trabajo que dan. La tarde antes hay que comprar el relleno: cubitos de hielo, agua y refrescos. Después hay que cargar todo el día con ella de un lado a otro. Cuando se regresa de la playa dan ganas de tirarla en el primer contenedor que encuentra uno. En ese momento supe que el Partido Popular iba a ganar, y por mucho, las elecciones en la Comunidad Valenciana.

Lo que quiero decir con esta escena costumbrista es que esa implicación y movilización no la veía desde principios de siglo, cuando el PP arrasaba con Francisco Camps y alcaldes populares dirigían todos los pueblos. Si Bernabé Cano, con lo sonado que ha sido su nombre en distintas polémicas judiciales, tenía los santos bemoles de serigrafiar su cara y su nombre en una furgoneta recién comprada, es que la época en que los militantes del PP se avergonzaban de su partido había pasado a la historia.

Unos meses antes de que se celebrasen las elecciones autonómicas de 2015, Ximo Puig, ya entonces Secretario General del PSPV, viajó desde Valencia a Alicante para asistir a una reunión de la Ejecutiva del PSOE de esta ciudad. Algún militante había comentado la hora en la que llegaba Ximo Puig, así que mi padre le fue a esperar a la estación de tren para recibirle. Hacía unas semanas que había sido elegido por la ejecutiva local como portavoz del Grupo Municipal Socialista en el Ayuntamiento de Alicante tras la dimisión de la anterior portavoz cuyo nombre no logro ahora recordar. También se decidió cambiar a varios asesores del grupo. Como era de esperar los cesados y la sustituida se revolvieron como gato panza arriba. Comenzaron a insultar y inventar casos de corrupción de militantes socialistas. En el Pleno del ayuntamiento, cuando mi padre tomaba la palabra, dos concejalas se dedicaban a hacer burlas y gestos ridículos propios de niñitas malcriadas. Mi padre no estaba para bobadas. Como dijo de él Luis Barcala, actual alcalde de Alicante, era “un socialista de los de toda la vida” curtido en la lucha contra la dictadura y en los difíciles años de la Transición, cuando el búnker franquista hizo todo lo posible para boicotear el regreso de la democracia. Disentía en muchas cosas con Puig, pero era un compañero de partido y a un compañero se le apoya, se le respeta y se le escucha. Nunca se le insulta. Por lo menos así era antes. Mi padre fue a recibir a un compañero, como he dicho, pero también para hablar con Ximo Puig del problema de un grupo de concejales socialistas que, desesperados por perder su poder y perspectivas económicas, habían comenzado una dinámica de autodestrucción del socialismo sin precedentes. Cuando le nombraron portavoz le llamé por teléfono. No sé si darte la enhorabuena o el pésame, le dije. Desde el principio renunció a cualquier clase de remuneración y continuó cobrando su jubilación. Yo le vi trabajar seis días a la semana 10 horas diarias con más de 70 años como portavoz. Fue la única voz que se opuso a Sonia Castedo, implicada en asuntos judiciales muy lamentables. Cuando en 1995 el Partido Popular ganó por primera vez unas elecciones autonómicas en Valencia mi padre era director provincial de sanidad en la provincia de Alicante. Era tal su prestigio en el ámbito sanitario que le ofrecieron, a pesar de conocer sus profundas convicciones socialistas, continuar en su cargo, petición que mi padre declinó rápidamente.

Por tanto, en el año 2015, cuando acudió a recibir a Ximo Puig, no necesitaba al partido para nada dada su profesión de médico. Sentados en una terraza de una cafetería de la plaza de Los Luceros mi padre reflexionó con Puig sobre el problema de Alicante de cara a las entonces inminentes elecciones autonómicas. Ximo Puig debía ejercer su autoridad. El daño que estaban provocando los concejales (que seguían cobrando su sueldo) y asesores cesados tenía como objetivo que el PSOE no ganara las elecciones municipales. Ximo Puig debía terminar con esa sangría de votos. Mientras en Alicante no hubiese una victoria amplia del PSOE sería imposible recuperar la Generalitat. Pactar con Compromís sería un mal menor pero un mal en cualquier caso. Un partido nacionalista podía salir por cualquier lado al tener poder. Y así fue. De eso quería hablar mi padre con Ximo Puig. Tiempo después, una tarde de hace ya bastantes años, mi padre me contó en su despacho aquella conversación, sentados al lado de los tres mil volúmenes que rebosaban en las librerías. Pocas veces contaba los entresijos del partido y de la política. Muchas veces le dije que debía escribir sus memorias políticas desde el punto de vista sanitario. De la sanidad del franquismo a la Ley General de Sanidad de 1986 en cuya redacción colaboró. Y que te contestó cuando dijiste a Ximo que debía imponer su autoridad, le pregunté. No voy a aquí a hacer pública una conversación privada. Sólo diré que cuando mi padre me contó lo que le dijo Puig me eché las manos a la cabeza.

No sé si Ximo Puig volverá a Alicante. Lo que si sé es que si lo hace en tren la única persona que fue a recibirle la última vez que vino y que le acompañó antes de la reunión con los militantes socialistas no lo volverá a hacer, ya que mi padre, Miguel Ull Laita, falleció en 2021 víctima del Covid19.