Esperando a Godot

Las cuatro reglas

El pacto del PP y Vox en Elche se ha visto como algo absolutamente natural, incluso necesario y deseable.

Pablo Ruz y Aurora Rodil, el pasado martes en Valverde tras rubricar el pacto de gobierno. | ANTONIO AMORÓS

Pablo Ruz y Aurora Rodil, el pasado martes en Valverde tras rubricar el pacto de gobierno. | ANTONIO AMORÓS / DanielMcEvoy

Daniel McEvoy

Daniel McEvoy

Las matemáticas son una ciencia que se puede dividir en numerosas ramas: el álgebra, la teoría numérica, la aritmética, la geometría, el cálculo, la teoría de conjuntos, etc. Pero la aritmética (la rama de las matemáticas encargada del estudio de los números u operandos utilizando diversas operaciones) es la principal y hunde sus raíces en todas las demás.

La aritmética se basa en cuatro reglas, operaciones o funciones matemáticas que toman valores de entrada (números, en definitiva) y los convierten en valores de salida (otros números). Esas cuatro reglas son la suma, la resta, la multiplicación y la división, piedra de toque de las matemáticas y por lo tanto imprescindibles para toda la población.

De hecho, se considera de capital importancia que los niños se familiaricen desde su más tierna infancia con esas cuatro reglas para que sean capaces de adquirir las competencias básicas para la vida cotidiana y las habilidades necesarias para profundizar en el estudio de las matemáticas.

Yolanda Díaz, en un acto de Sumar

Yolanda Díaz, en un acto de Sumar / Gustavo Valiente Herrero

La suma es la adición de dos números y es la primera operación que se enseña a los niños en el colegio. Al principio, los profesores se valen de líneas numeradas y otras ayudas visuales, como bloques, para ayudarlos a interiorizar el concepto. Después se introduce el concepto de resta, es decir el de sustraer el valor de un número a otro. Restar es como contar hacia atrás, por lo que también se suelen usar elementos visuales para intentar que los niños asimilen este concepto. La multiplicación viene a ser como una suma repetida. Al menos así se intenta que los alumnos interioricen esta operación y, a pesar de lo que dicen los pedagogos modernos, para poder hacer cálculos de una manera ágil y ser competente en posteriores estadios del estudio de las matemáticas, no queda más remedio que aprenderse las tablas de memoria. Por último, la división se explica como la operación contraria a la multiplicación. Supone repartir un número en partes iguales y, como se hace con la multiplicación, se suele introducir a los pequeños mediante sencillos problemas en contextos que les son próximos.

Por suerte o por desgracia, la política no es, ni muchísimo menos, una ciencia exacta como son las matemáticas. Por eso se suele decir, de una forma muy elocuente, que en política dos más dos no siempre son cuatro. Este hecho incontrovertible adquiere una especial relevancia cuando la extrema izquierda crea una plataforma, proyecto o coalición, llamen ustedes como quieran al engendro, y lo bautiza precisamente con el nombre de «Sumar». Curioso nombre para un invento que lo que ha conseguido, lejos de lo que su grandilocuente nombre presagiaba, ha sido restar y dividir a un espectro político ya de por sí atomizado y que tras las elecciones generales de julio se demostrará que tiene más de lo primero, de espectro, que de lo segundo, de político. ¡Irene, Pablo! ¡Quién os ha visto y quién os ve!, derrotados sin presentar batalla por Yolanda, que no ha ganado las elecciones ni de la comunidad de propietarios de su finca. Sic transit gloria mundi.

Pedro Sánchez presenta las prioridades de la Presidencia española del Consejo de la UE

Pedro Sánchez presenta las prioridades de la Presidencia española del Consejo de la UE / Fernando Calvo

Ahora bien, lo que no cabe duda es de que en todo este maremágnum Pedro Sánchez ha inculcado bien el discurso a sus huestes (los que van en las listas del PSOE para las generales, el resto han huido en desbandada abandonando armas y pertrechos). Ese discurso supone repetir que pactar con Podemos, Sumar o cómo se llame la extrema izquierda, hacerlo con Bildu o con Esquerra Republicana está bien, pero si el PP lo hace con Vox es un acto (sic) «vergonzante».

Sinceramente creo que esa estrategia no va a fracasar, es que ya lo ha hecho. El pacto del PP y Vox en Elche se ha visto como algo absolutamente natural, incluso necesario y deseable. En las malditas redes sociales donde acude uno a empaparse de cuán vil puede llegar a ser la naturaleza humana sí he podido leer afirmaciones tales como «El primer govern fatxa en democràcia a Elx des de 1979», escritas no por un alborotador anónimo, sino por un concejal saliente de la corporación, Felip Sànchez. Bien haría el señor «Sànchez» en aceptar el mandato democrático de las urnas y esperar a ver cuáles son las medidas que adopta el gobierno municipal antes de lanzar descalificaciones que no hacen sino calificar a quien las pronuncia.

Otro tanto ha ocurrido al hilo de las negociaciones encabezadas por Carlos Mazón para lograr un gobierno estable en la Comunidad Valenciana. Creo que su decisión de acelerar ese proceso para lograr conformar un nuevo Consell cuanto antes no sólo ha sido muy valiente, sino muy conveniente para todos. Son muchas las cuestiones pendientes de resolver y nuestras provincias no pueden permanecer mucho tiempo en este impasse típico en las transiciones de poder. Qué bueno sería que los partidos del gobierno saliente, en lugar de criticar a un ejecutivo que ni siquiera se ha conformado aún, se pusieran a su disposición para realizar un cambio ordenado y propicio para el interés general. Ciencia ficción, me temo.