Esperando a Godot

Taxi driver

Una parada de taxis en el centro de Elche

Una parada de taxis en el centro de Elche / Áxel Álvarez

Daniel McEvoy

Daniel McEvoy

Sin duda la mayoría de ustedes habrán visto la celebérrima película de 1976, dirigida por Martin Scorsese y protagonizada por Robert De Niro y Jodie Foster, Taxi Driver. En el largometraje, considerado como uno de los mejores de todos los tiempos y nominado en su día a varios Oscar, aunque no llegó a ganar ninguno por la competencia que supuso Rocky (estrenada el mismo año), el protagonista se llama Travis Bickle. Éste es un ex marine que acaba de ser licenciado de Vietnam y sufre graves secuelas psicológicas que le provocan insomnio, por lo que se decide a aceptar un trabajo como taxista en Nueva York en el turno de noche.

La exposición a la violencia y depravación de la noche neoyorquina que supone su oficio ahondan aún más las cicatrices mentales del conflicto bélico que ha vivido, transformando su historia en una sofisticada exploración de la profunda influencia que ejerce la interacción de factores biológicos, psicológicos y sociales en la conformación de la salud emocional y cognitiva del individuo. De hecho, algunos críticos que han analizado esta creación de Scorsese desde un punto de vista psiquiátrico sostienen que podría utilizarse para instruir a los estudiantes de esa especialidad, de no ser por el final, que sacrifica el realismo en aras de mantener el suspense en el espectador.

Aspecto de la parada de taxis en el aeropuerto internacional Miguel Hernández

Aspecto de la parada de taxis en el aeropuerto internacional Miguel Hernández / AXEL ALVAREZ

En definitiva, casi cincuenta años después de su estreno, Taxi Driver sigue siendo una de esas películas totales, casi perfecta. Se me antoja difícil imaginar otra que cree y mantenga a lo largo de su metraje ese tono evocador único, esa mezcla de miedo y conmiseración, esa descripción desgarradora, con ciertos toques de humor negro, del Nueva York de los años setenta. Por supuesto, ni que decir tiene que la actuación de De Niro, aunque sin Oscar como ya hemos dicho, puede ser considerada como una de las cumbres del séptimo arte. En cualquier caso, como suelo hacer cuando les hablo de una película o de un libro, no voy a desvelar más detalles de su argumento para no destripar la historia a aquéllos que no la hayan visto y a los que les recomiendo de forma encarecida que lo hagan.

Hablando de taxis, no puedo dejar de recordar en estas líneas, al hilo de la excusa que me brinda el comentario cinematográfico que les he relatado, al abnegado gremio del taxi. Es cierto que afortunadamente los peligros a los que se enfrentan en la noche ilicitana nada tienen que ver con los que refleja el film de Scorsese, pero no es menos cierto que algunas situaciones complicadas sí tienen que vivir y que sus jornadas de trabajo son ciertamente duras y con turnos que suponen un menoscabo de su vida familiar y de su propia salud.

Es cierto que afortunadamente los peligros a los que se enfrentan en la noche ilicitana nada tienen que ver con los que refleja el film de Scorsese

Dicho esto, también se debe poner de manifiesto que los taxis son un servicio público importante para una gran ciudad como es Elche, aunque aún tengamos mentalidad de «poble», y que por lo tanto ese servicio debe ser prestado en unas condiciones óptimas. Es relevante tener en cuenta que nuestro término municipal es uno de los más grandes de España y que además en él tenemos dos características que hacen muy necesario un servicio de transporte eficiente. El primero es que 40.000 de los 235.000 ilicitanos vivimos en una pedanía. El segundo es que nuestro municipio alberga el quinto aeropuerto más importante de España por volumen de pasajeros.

Es relevante tener en cuenta que nuestro término municipal es uno de los más grandes de España y que además en él tenemos dos características que hacen muy necesario un servicio de transporte eficiente.

Respecto a la primera cuestión, la relacionada con el enorme número de habitantes que no residen en el casco urbano, hace años, durante el primer mandato municipal en el que gobernó el Partido Popular, se puso en marcha una iniciativa, a través de la empresa municipal PIMESA, llamada «Elche Taxi». Se trata de un servicio de taxi compartido para los residentes del campo. Consiste en una serie de líneas, con paradas preestablecidas y horarios fijados; el usuario realiza un prepago del taxi (2 euros por trayecto o 1’50 euros si se adquiere un abono) y se reserva a través de internet. 

Un taxi cruza la calle Candalix, en Elche

Un taxi cruza la calle Candalix, en Elche / AXEL ALVAREZ

Este servicio funciona muy bien, desde luego mejor que algunos carriles bici mal hechos (nada digo de los ejecutados correctamente, que me parecen fenomenal) y por los que ya se ha manifestado Compromís (molta palla però de forment ni un gra). Sin duda el nuevo gobierno municipal debe fomentar «Elche Taxi», aumentando las frecuencias existentes, y como sugerencia, creando una nueva línea con destino en la estación Elche AV, de Matola, de modo que haya una interconexión entre las pedanías y los servicios de trenes Avant.

El problema surge cuando se intenta coger un taxi en el centro de Elche por las noches o los fines de semana (no digamos ya durante las fiestas de agosto). Es misión imposible que entronca con la otra característica que les planteaba de nuestro término municipal: la presencia del aeropuerto. Muchos taxis prefieren servicios allí y Elche queda huérfana del servicio público. Pensarán que en otras ciudades ocurre lo mismo, pero no es así. En Alicante, sin ir más lejos y comprobado personalmente, en plenas Hogueras y a través de la aplicación que se usa en esa ciudad, el tiempo de espera no supera los tres minutos.

No sé cuál es la solución. PSOE y Compromís tampoco, porque han tenido ocho años para solucionarlo y no han sido capaces. Pero algo se debe y seguramente se pueda hacer al respecto.