Tiene que llover

En el fragor de la batalla

El periodista Ramón Lobo, en una imagen de archivo.

El periodista Ramón Lobo, en una imagen de archivo. / EP

Francisco Esquivel

Francisco Esquivel

De aquella generación muchos fantaseamos con ser reporteros de guerra, pero, claro, había que atreverse. En el caso de Ramón Lobo cuando, tras cerca de un par de décadas dando tumbos por un oficio casi siempre en los huesos, el superior de turno le ofreció irse a una contienda de las de aúpa respondió: «Llevaba quince años esperando que me hicieran esta propuesta». Y se chupó las que no hay en los escritos, desde la de los Balcanes hasta Sierra Leona pasando por Irak y Chechenia. No es que en casa falten conflictos, pero resulta bastante más difícil alcanzar con ellos aureola de leyenda.

Después de llevar desde otoño luchando a brazo partido, a finales de junio quebró el aliento de los oyentes al contar desde dentro de la trinchera que el tratamiento contra los dos cánceres que lo asediaban había fallado. Lo hizo sin dárselas de nada, con la esperanza incierta de reanudar el contacto cuando el verano se disipará aun siendo conocedor indisimulado de que el reloj de arena no estaba por la labor de frenar su ritmo cansino e inexorable. Aprovechó la ocasión para sacarse algún puñal de la espalda como el del funeral de Mauricio Vicent en el que un colega masculló su cacareada inquina a los jefes, cuestión que él desmintió citando a los que siempre quiso, aunque sin dejar de nombrar a uno que en absoluto. Tonterías a estas alturas, ninguna.

En su caso, concesiones las indispensables y puede que ni esas. El recorrido consistía en ir en busca de la verdad, de la persecución de nuevos datos, sin ponerse completamente del lado de nadie, salvo de la profesión y de la vida. De vivirla y de disfrutarla. Camino de alcanzar los 65 confesó tener gran parte de ella hecha y restarle solo subir nota. No ha tenido mucho tiempo, pero cómo la ha subido. Celebró la euforia de alcanzar la gloria con el «Waiting on sunny day» del «Boss»: «Está lloviendo, pero no hay una sola nube en el cielo/debe haber sido una lágrima de tus ojos/todo irá bien.../Estoy esperando a un día soleado». Fue resplandeciente.