Rescatar a la Patria: La muerte de Fernando Villavicencio

Decretado el estado de excepción por 60 días en Ecuador tras el asesinato del candidato Villavicencio

Decretado el estado de excepción por 60 días en Ecuador tras el asesinato del candidato Villavicencio

José Luis Villacañas Berlanga

José Luis Villacañas Berlanga

Por lo general no tomo el avión con alegría, pero esta vez me consuelo. Al menos evitaré los 46 grados del jueves, la experiencia más intensa de sofoco que recordarán los desdichados que la vivan. Y así ha sido. Cómo estará el clima en el sur de Europa que incluso es un placer atravesar a ritmo de tortuga la infinita e imposible Ciudad de México. Da gusto bajar los cristales del taxi camino del hotel desde el Aeropuerto Benito Juárez y gozar de estos 27 grados que se anunciaban para hoy. Sería perfecto que se cumpliera además el pronóstico y que la lluvia, ese raro espectáculo lujoso, se presentara para aclarar el ambiente. Y lo ha hecho. A las cuatro y media en punto, como estaba previsto.

Pocas veces he sentido con tanta fuerza estar en otro mundo, y no por los volcanes lejanos, ni por la crónica de sucesos, tan nutrida de balaseras. Se trata de respirar a una temperatura apropiada para la sencilla vida animal. Que eso suceda en una de las ciudades más inhabitables del planeta nos indica lo enojoso que se ha puesto el hábitat español. Así que uno se siente a gusto desde el primer momento. Por supuesto, a esa familiaridad ha contribuido no hacer la ingente cola de extranjeros en el control de pasaportes. Al parecer es un privilegio que compartimos con los yanques. Basta escanear el pasaporte en la máquina, me dice con amabilidad un agente de fronteras. Como en casa. Cuando llegan mis anfitriones no puedo reprimir cierta alegría exultante, a pesar del cansancio.

Aguantar hasta la diez de la noche, esa es la consigna, si quieres evitar el jet lag. Por eso pongo las noticias buscando la CNÑ, la cadena americana en español. La primera referencia que leo en los faldones me impacta. Ocho toneladas de cocaína procedente de Ecuador decomisadas en Róterdam. ¡Ocho toneladas! Eso sucede dos días después de la muerte a tiros de Fernando Villavicencio, el candidato a las elecciones presidenciales de aquel país andino. Las dos noticias juntas nos dan una idea de la terrible situación de América Latina, del peligro de algunos de sus países de convertirse en Estados fuertemente condicionados por el narcotráfico.

El problema es latinoamericano. Lo confirmo cuando me entero de que los seis individuos detenidos como autores materiales del asesinato del candidato presidencial por el Movimiento Construye son de nacionalidad colombiana. Lo que se dice en los noticieros por aquí, sin embargo, es que detrás de este magnicidio se encuentra más bien el cartel de Nuevo Jalisco, o el de Sinaloa. Tanto es así que el mismo López Obrador ha tenido que salir a pedir prudencia sobre estas sospechas, que a él le parecen prematuras. Puede que lo sean, y que al final el crimen pueda atribuirse a la mafia albanesa, pero no hay duda de que el crimen organizado recorre todo el subcontinente como un continuo.

Y eso es lo que venía denunciando Villavicencio, un periodista muy conocido en los medios ecuatorianos por llevar adelante poderosas y valientes investigaciones sobre corrupción política y criminalidad. Las dos cosas, porque su tesis era que necesariamente han de ir juntas. No hay crimen organizado sin complicidades políticas. Esa era la clave de su discurso y de su campaña. Por eso, ya desde la prensa digital del periódico Focus Ecuadro o desde su escaño de la Comisión de Fiscalización de la Asamblea Nacional ecuatoriana, él investigaba tanto la corrupción en la administración petrolera -fue líder del sindicato Federación de Trabajadores Petroleros- como en los ámbitos de telecomunicaciones, lo que llamaba «la mafia política», sin cuya complicidad el crimen organizado no puede prosperar.

Hombre cercano a líderes indigenistas, en una entrevista que concedió a CNÑ en mayo de este año defendió que la presencia del narcotráfico en Ecuador comenzó en 2007, cuando el gobierno de Correa eliminó la base de Manta, una instalación conjunta de USA y Ecuador inaugurada por el presidente Jamil Mahuad en 1999. Por supuesto, la base provocó mucha resistencia y el foro de Sao Paulo pidió su cierre. Villavicencio, que es claramente un hombre de izquierdas, recordó que el cierre benefició a las FARC, cuya financiación fue decisiva para costearlo. De hecho, Villavicencio llamó a las FARC brazo armado de los cárteles. Por eso habló de América Latina en general como víctima del «contubernio» de poder político y crimen. De hecho, señaló a partidos y líderes financiados por el narcotráfico. Las noticias del asunto del hijo de Petro son una señal más de un fenómeno que nos sume en la desolación.

Villavicencio apeló a la valentía, no a la violencia. Apeló a los servicios públicos de seguridad, ciertamente depurados, y rechazó usar fuerzas especiales o mercenarios. Aspiró a un gobierno valiente, no tibio ni cooperador. Amenazó con lo único efectivo, cortar la cabeza a la hidra, y aludió con ello a los capos de lo que llamó la mafia política. Hoy está muerto. Desde tiempo atrás venía recibiendo amenazas de muerte, pero las despreció para seguir haciendo su campaña política. Quería, dijo, «rescatar a la Patria» de las manos ilegítimas. Su valentía nos conmueve tanto como nos oprime la violencia que padece esta tierra inmensa. Si la democracia y el principio civilizatorio del Estado no se salvan aquí, si la Patria no es rescatada, el mundo se verá envuelto en problemas que no puede ni imaginar.

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