El largo, cálido y tediosos estío oriolano

Vista aérea de Orihuela.

Vista aérea de Orihuela. / TONY SEVILLA

Antonio Colomina Riquelme

Antonio Colomina Riquelme

El año 1959 del pasado Siglo hizo un calor infernal, a esta circunstancia hay que sumarle que apenas se conocía en Orihuela el aire acondicionado, ningún local disponía de semejante invento. Las mujeres no podían salir a la calle sin embutirse en una faja de tubo. Los veranos oriolanos eran largos y tediosos, para refrescarse sólo existían dos heladerías. No hacía falta más, en esa época era muy poca gente la que podía permitirse el lujo de gastarse el poco dinero que tenía en un “variado”, (nombre que se le daba en nuestro pueblo al popular “corte”). También, “Los Manolés” —familia de artesanos del Rabaloche— con sus carros ambulantes vendiendo sus ricos helados caseros.

Había un lugar donde al menos se disfrutaba de la sombra de los grandes magnolios al tiempo que se podía uno tomar una bebida refrescante en su estupenda terraza, el kiosco Medina en la glorieta. A decir verdad, era el único sitio de la ciudad donde se podía tomar un poco el fresco, si las “cabañuelas” daban algo de sí.

En los domicilios, eran pocos los que disponían de nevera —no frigorífico, dicho electrodoméstico todavía no era asequible—. Poseer una nevera ya era un artículo de lujo, había que ponerle todos los días un buen trozo de hielo encima del serpentín para que enfriase el agua que a su vez salía por un pequeño grifo. La nevera, para algunos, llegó a sustituir el socorrido balde con trozos de hielo donde se introducía el botijo del agua, la sandía, la botella del vino tinto y poco más.

Una manera también muy económica de pasar lo mejor posible el tedio veraniego era asistir a los cines de verano. Por entonces funcionaban el Riacho y el Cargen; proyectaban normalmente un par de películas y algún complemento, podía durar el espectáculo desde que oscurecía hasta cerca de las doce. Si asistían al Riacho, como el río entonces era eso, un río —no una cloaca como ahora—, se recibía la brisa nocturna con olor a anguilas y a cañas mojadas, con lo cual la velada era de lo más agradable. Nadie piense que los cines ponían programas dobles porque las películas eran malas, ¡ni mucho menos! Lo hacían así ya que era incomprensible para la mentalidad de entonces, que una sesión de cine durase menos de tres o cuatro horas. Para que el lector tenga una idea le menciono algunos títulos de películas que entonces marcaron un hito en la cinematografía. De las llamadas antes “distraídas” puedo citar un ejemplo, las tituladas: El Sueño de Andalucía. Pan Amor y Fantasía”. Las Chicas de la Cruz Roja. Escuela de Sirenas. Siete Novias para Siete Hermanos. (...)

Entre la comedia y el drama, existían títulos tan emblemáticos como: La Condesa Descalza. Solo ante el Peligro. Picnic. (...)

De las denominadas temáticas o profundas, podemos citar algunas tan importantes como: El Tercer Hombre, —la banda musical de esta película era genial, fue una melodía salida de la cítara de Antón Karas. Fortunata y Jacinta. El Cochecito. Muerte de un Ciclista. (...)

Pero volviendo a la dureza del verano oriolano y los pocos medios de que se disponía para combatirlo, debo recordar aquella otra forma de pasar el rato, la típica vuelta a los puentes ya entrada la noche. Los grupos de chicos y chicas mientras paseaban dando, no una vuelta a los puentes sino varias, al llegar al puente de Levante realizaban una pequeña parada en el recorrido para recibir la brisa del río, al pasar por el puente de Poniente la misma operación, de esa manera se aliviaban el intenso calor y retrasaban lo más posible la entrada en casa, que siempre era más sofocante el ambiente.

Por fortuna, las cosas han cambiado para mejor, aquellos veranos de entonces ya no se viven, el calor posiblemente sea el mismo, pero la manera de combatirlo no tiene comparación. Las mujeres ya no tienen que ir embutidas en aquellas fajas; los hombres han dejado el traje de “mil rayas” para ponerse una camiseta y un pantalón corto; Orihuela ya tiene piscinas, no hay que ir al río ni a las balsas como antes. La gente dispone de vehículos para desplazarse a las playas; los equipos de aire acondicionado proliferan por todas partes, los largos, cálidos y tediosos estíos oriolanos quedaron atrás.