Una ibicenca fuera de Ibiza

El teléfono roto

Joe Biden.

Joe Biden. / EFE

Pilar Ruiz Costa

Pilar Ruiz Costa

¿Recuerdan el juego del teléfono roto? Un grupo de personas se van transmitiendo de uno a otro un mensaje al oído para comprobar, entre risas, cómo se distorsiona del primero al último. Fuera del patio de recreo, este tipo de distorsiones se conocen como desinformación; acompañadas siempre o casi siempre… de muy mala fe.

Vivimos un ejemplo reciente a costa de la tragedia en Israel. Entre la avalancha de noticias del atentado múltiple cometido por el grupo armado islamista Hamás masacrando a cientos de asistentes a un festival de música y a civiles en sus propias casas. Tres días después, el ejército israelí acompañaba a los medios a visitar la zona devastada de Kfar Aza. Nicole Zedeck, reportera de la cadena privada de televisión israelí i24News, visiblemente afectada, narraba que «los soldados se enfrentan a horrores inimaginables mientras retiran los cuerpos de las víctimas, incluidos unos 40 bebés y niños pequeños. Hay bebés a quienes les han cortado la cabeza, nos cuentan».

Poco importó que no hubiera confirmación oficial o que ninguno de los otros muchos periodistas mencionara tener constancia de decapitaciones, el mensaje corrió boca oreja mientras el gobierno israelí ejecutaba su amenaza de «asedio total» a la Franja de Gaza: «No habrá electricidad, ni alimentos, ni gas. Estamos luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia». Sin espacio para analizar qué falló para que 1.000 terroristas consiguieran saltar los controles de frontera por al menos 30 puntos distintos en motocicletas, vehículos pesados y parapentes de un modo arduamente planificado pero que ha pillado por sorpresa a la reputada Inteligencia de Israel, la respuesta era una declaración de guerra y los ‘daños colaterales’ entran mejor a la opinión internacional si se asienta la idea de que el enemigo no es un terrorista —pero humano—, sino un incierto animal que decapita 40 bebés.

El presidente estadounidense, Joe Biden, en un encuentro con líderes de la comunidad judía declaraba: «He estado haciendo esto durante mucho tiempo, nunca pensé que vería imágenes confirmadas de terroristas decapitando a niños». La oscarizada actriz Jamie Lee Curtis compartía una fotografía de unos niños víctimas de un bombardeo con el mensaje: «Terror desde los cielos» junto a una bandera de Israel.

En nuestro país, Borja Sémper, portavoz de campaña del PP publicaba en la red antes conocida como Twitter: «Hamas decapitó bebés en sus cunas. Bebés en sus cunas. Y no voy a decir nada más. Los contextualizadores y equidistantes os podéis ir a la mierda, eso sí». Le seguía la presidenta de la Comunidad de Madrid, Díaz Ayuso: «40 bebés decapitados y el gobierno de Sánchez anda en la equidistancia entre los terroristas y las víctimas».

El mismo día Hamas negaba rotundamente las acusaciones y acusaba a los medios de comunicación internacionales de difundir mentiras «sin pruebas que las respalden». Preguntada por la fuente, Nicole Zedeck, la reportera de la cadena israelí contestaba que un soldado israelí le dijo que «cree que ocurrió pero no está seguro».

Desde la Casa Blanca salían a aclarar que Biden basó sus comentarios en declaraciones y publicaciones de medios de comunicación pero que ni el presidente ni ningún funcionario estadounidense había visto fotografías ni recibido informes confirmados de niños o bebés decapitados por Hamás.

Samar Abu Elouf, la fotoperiodista detrás de la imagen de los niños atemorizados mirando al cielo aclaraba que la foto no era de Israel, sino de Gaza. Los niños que miran cómo los bombardean, son palestinos. La actriz en lugar de matizar o ampliar la repulsa —a fin de cuentas, los niños son niños—, borraba la publicación.

A pesar de las múltiples rectificaciones oficiales, Sémper y Ayuso mantienen las suyas. Suman más de 5 millones de visualizaciones. La UE, alertaba de la peligrosa e intencionada propagación de bulos y exigía a la red antes conocida como Twitter que informara sobre las medidas «proporcionadas y efectivas» que tomaba para contrarrestar la difusión de desinformación.

Y como antídoto a la desinformación… los datos. A falta de cuantificar la matanza indiscriminada que estamos viviendo bajo el nombre de una guerra, sí sabemos que 9 miembros del personal la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), han sido asesinados en los ataques israelíes; la ONG Médicos sin Fronteras ha denunciado ataques israelíes contra sus ambulancias. Al menos 4 paramédicos de la Media Luna Roja Palestina han muerto bajo los bombardeos de Israel.

Pero la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios sí contabiliza los muertos en el ‘conflicto’ desde 2008 (y hasta 19 de septiembre de este año): 308 muertos israelíes; de ellos, 25 son niños. 6.389 muertos palestinos; 1.437 son niños. Niños, que no saben en qué lado de qué muro les ha tocado nacer ni en nombre de qué dios los matan, solo miran con miedo cómo caen las bombas.