Tiene que llover

Los reinos de este mundo

Francisco Esquivel

Francisco Esquivel

Tras recibir el premio Enrique V. Iglesias al «Desarrollo de Espacio Empresarial Iberoamericano» de manos de Felipe VI, el empresario mejicano de origen libanés, Carlos Slim, ha entrado de lleno en el debate surgido a raíz de la iniciativa de PSOE y Sumar en torno a la reducción de la jornada laboral sobre la que ha venido a decir tararí que te vi. Si a la condición de multimillonario se une la de su íntima amistad con Felipe González tampoco le quedaba mucha escapatoria al hombre.

A la propuesta de dejar la cosa de forma gradual en 37,5 horas semanales por parte de la coalición gubernamental en funciones de amnistiar lo que calgui, el empresario en un buen racimo de sectores considera que «la medida es una tontería» ya que lo que habría que hacer es currar «tres días con peonadas de doce horas» con tal de dar cabida a más plebe el resto de jornadas. Al ser un experto en sostener grandes dominios laborales estaba convencido de que plantearía recomendaciones que garantizasen el rendimiento adecuado en el tramo final de una escalada horaria de esa magnitud e, ingenuo de mí, pensé que en algún momento de la disertación saldría la palabra siesta. Pero en absoluto. De modo que como para esperar algo a propósito de la conciliación.

Todo lo contrario. La exhortación se completó con el apéndice según el cual habría que jubilarse a los 75 «y no a la edad actual que cuando se estableció a los 65 la esperanza de vida era esa». O sea, que este señor tan espléndido apuesta porque de la jubilación al hoyo el personal se entretenga lo menos posible. No dejar que conviva con hernias, arritmias y lumbalgias acumuladas frente al ordenador, sirviendo mesas o levantando paredes. Más considerado no se puede ser. Igual que el otrora Isidoro, que le sirvió de enlace con un buen elenco de mandatarios entre los que figuró Mohamed VI, quien no consta que lo recibiera al extraviarse habitualmente de palacio atento como suele hallarse a sus temitas. En este caso igual se tomó otro día de asuntos propios.