LA PLUMA Y EL DIVÁN

Impredecibles

Sabemos que las tipologías posibles en relación a la forma de ser y estar de las personas son tan variadas que se hace imposible clasificarlas, porque cada uno por separado contamos con características diferenciales que nos hace únicos.

Es una de las grandezas del ser humano, huir de los calcos, empeñarse en no repetir, para identificar a cada cual con sus señas de identidad propias. La ciencia ha conseguido clonar animales, pero, aunque sean genéticamente iguales, su comportamiento dependerá del ambiente donde se desarrollen.

Por más que insistamos no existen dos personas que sean calcadas, varía su ADN, sus marcadores químicos o su comportamiento en función del contexto ambiental.

A pesar de las evidencias científicas, seguimos empecinados en agrupar personas de alguna manera, por signos externos, por enfermedades, por aficiones, por formas de conducirse o por horóscopos, el caso es clasificar para poder entender mejor el mundo circundante.

Nos sentimos perdidos cuando nos topamos con un inclasificable, uno de esos sujetos a los que les buscamos las vueltas para poder ponerlos en un orden racional.

Cuando desistimos impotentes caemos en la cuenta de que son bichos raros, y van directamente al cajón de los especímenes sin etiqueta, lo que los hace mucho más vulnerables socialmente porque pueden ser tachados de snobs, excéntricos o locos, ya que están fuera de las líneas maestras de lo que se considera normalizado.

Parece que lo que sobresale finalmente entre las diferencias y las identidades son los aprendizajes que cada uno conseguimos aglutinar a lo largo de nuestra vida. Seamos hombre o mujer, joven o viejo, contamos con una trayectoria que nos distingue y nos conduce en las decisiones que vamos tomando en cada momento.

Para no parecer distinto adoptamos como propias todas y cada una de las pautas que marcan las normas, la cultura, la religión y otras muchas cuestiones, adaptándonos al máximo para estar dentro del sistema y no destacar como erráticos o raros.

El problema aparece con las conductas que nadie llega a entender, pero que tampoco provocan grandes desajustes, aunque estén claramente fuera de la norma social establecida, del sistema de valores o de la mínima cortesía esperable.

Algo tan simple y cordial como el saludo matinal, puede convertirse en un auténtico quebradero de cabeza si nos topamos con lo que podríamos denominar personas impredecibles, las que según no se sabe qué, te dicen buenos días o vuelven la cabeza para otro lado cuando te dispones a saludarlas.

Estos ejemplares abundan mucho más de lo que nos gustaría y son una de esas tipologías inclasificables, que por lo único que pueden destacar es porque hoy te saluden y mañana te ignoren.