El mundo por de dentro

La huida hacia Egipto

Antonio Balibrea

Antonio Balibrea

"Envenenando la sangre, destruyendo la sangre de nuestro país”, así responsabiliza Donald Trump a los inmigrantes indocumentados que han entrado en Estados Unidos. “Esto es como una invasión militar”. Que Donald Trump diga esto no nos sorprende casi a ninguno; el problema es que quien lo dice puede ser volver a ser presidente de los Estados Unidos el año que viene, y su influencia en el resto del mundo es notable. El gobernador de Texas, Greg Abbott, ha asumido en su estado funciones de la Policía Federal de fronteras arrestando a inmigrantes, ha aprobado la Ley de Arresto y Deportación de inmigrantes; desde hace tiempo transporta en bus a los inmigrantes que entran en su estado a otros estados más liberales y los deja sin ningún amparo en medio de Nueva York o Chicago. Ustedes se imaginan que el Gobierno catalán asumiera por su cuenta y riesgo el control de la frontera con Francia o expulsar a Madrid o Castilla a los inmigrantes que entran  por el aeropuerto del Prat como turistas, sin contar con el gobierno central. Eso es lo que ha hecho el gobernador de Texas. El 23 noviembre el partido de extrema derecha PVV, liderado por el líder antiislamista y euroescéptico Geert Wilders, ha ganado las elecciones en Países Bajos. Aunque con suerte quizá no gobierne. Sus propuestas racistas atentan contra el estado de derecho. Aparte de querer suspender el derecho al asilo, prohibir el islam y encerrar a los sospechosos de tener ideas yihadistas, Wilders quiere un referéndum sobre la UE, rechaza la política climática europea y se opone a las sanciones occidentales a Rusia o el acercamiento a Ucrania. Planteamientos similares a los de Marine Le Pen en Francia; Mateo Salvini en Italia; Orbán en Hungría; o Abascal en España. Francia ha hecho una ley para los inmigrantes y la Unión Europea ha tratado de mejorar la solidaridad entre países con refugiados y migrantes, las dos sin embargo tienen concesiones para intentar frenar la propaganda fácil de la extrema derecha. 

Aparte de las las llamadas demagógicas y populistas, lo cierto es que la inmigración en todos los países ricos ha permitido salvar la crisis demográfica. En España, sin ir más lejos, la llegada de inmigrantes, familias jóvenes, mantienen la Seguridad Social y el sistema de pensiones. China, en el otro extremo, sufre una seria crisis demográfica a raíz de la política de un solo hijo con el consiguiente envejecimiento de la población. En Estados Unidos si no fuera por los inmigrantes hay trabajos que nadie aceptaría. En Alemania la inmigración y la acogida de refugiados de Europa Oriental permitida por Angela Merkel  ha salvado la escasez de mano de obra joven. La “vocación olímpica” de los países árabes se aguanta en inmigrantes asiáticos que son los que están construyendo las futuras sedes olímpicas en condiciones  muchas veces infrahumanas. La inmigración en busca del permiso de residencia y trabajo- el famoso NIE- se deja miles de vidas en el camino en el Atlántico,hacia las Canarias; en el Mediterráneo hacia la rica Europa desde África; en América del Sur hacia los Estados Unidos y Canadá; y en los países orientales hacia los ricos petroleros. La inmigración es imprescindible para los países desarrollados que quieran mantener su crecimiento. La clave es regularla y establecer mecanismos de integración social para las personas que llegan en base a unos mínimos establecidos en los derechos humanos y las constituciones. La acogida a los refugiados es una exigencia para las democracias.

Una tal María y su marido José fueron a Belén hace ya algún tiempo ha empadronarse por órdenes de las autoridades del Imperio de la época.Como no tenían donde guarecerse parece que durmieron en un establo y se alimentaron gracias a la solidaridad de sus vecinos. Hoy lo hacen en tiendas de campaña o chabolas y se medio alimentan de la ayuda a los refugiados. El delegado del Imperio entonces se llamaba Herodes, hoy se llamaría Netanyahu. Herodes dio orden de matar a todos los primogénitos por si acaso alguno le hacía sombra a él o a su jefe. Eran los santos inocentes Hoy, como entonces, muchas familias han cargado con sus bártulos y han huido hacia Egipto buscando un poco de seguridad. Pero en esta ocasión ni siquiera han podido refugiarse en el país vecino, porque el paso de Rafah está cerrado, sino que se han apiñado en la frontera sur de Gaza. Hoy los imperios son otros, los migrantes y los refugiados siguen, y los inocentes son asesinados.