¿Tan difícil era?

Ximo Puig, tras anunciar que dejará la secretaría general del PSPV.

Ximo Puig, tras anunciar que dejará la secretaría general del PSPV.

Fernando Ull Barbat

Fernando Ull Barbat

A pesar del tiempo transcurrido desde las últimas elecciones autonómicas y municipales el PSPV sigue sin dar una explicación coherente de los motivos por los que, según sus dirigentes, la izquierda perdió el poder en beneficio de la derecha y la ultraderecha. No sorprende que ni Compromís ni tampoco Unidas Podemos de la Comunidad Valenciana hayan explicado a sus militantes y simpatizantes el porqué de su descalabro electoral. Son estas dos últimas formaciones políticas de máximos, es decir, que fundamentan su acción política en que cuando llegan al poder tratan de imponer su programa electoral lo más rápido posible, dada su efímera presencia en los parlamentos y ayuntamientos, sin pensar en la ciudadanía a la que va dirigido. Aunque siempre necesitan un partido político de mayor relevancia electoral para llegar al poder y de que su número de votantes es muy limitado, aprueban leyes y normas que en ocasiones son poco más que ideas preconcebidas sin poca eficacia práctica olvidando que cuando se gobierna se hace para todos y no para unos pocos ni buscando votos para las siguientes elecciones.

Sin embargo, el PSPV, que es un partido de Estado y que por tanto debería haber hecho un análisis exhaustivo, apenas ha hecho algo digno de llamarse así. Lo que hagan los demás partidos me da igual. Me refiero al socialismo valenciano. Antes de elegir al sucesor o sucesora de Ximo Puig debería haberse analizado el cómo y el porqué de la llegada al poder de la ultraderecha valenciana, por ejemplo. O el motivo del fracaso de Sandra Gómez en la alcaldía de València. Un simple vistazo a los resultados de las elecciones autonómicas da lugar a preguntas inquietantes para la izquierda. O por lo menos deberían haberlo sido pero su silencio dice lo contrario. En las últimas elecciones autonómicas de 2023 Unidas Podemos en la Comunidad Valenciana perdió 127.000 votos y Compromís 90.000. Parte de esos votos fueron a parar al PSPV, en concreto 54.000. ¿ Y los 163.000 restantes? El resto fueron a la abstención ya que doy por supuesto que no fueron al PP. En Valencia ciudad ambos partidos también perdieron votos pero apenas unos pocos fueron a parar a la candidatura de Sandra Gómez que se quedó con los mismos concejales que en 2019. En un principio desde la dirección local y del PSPV en la Avenida del Oeste de Valencia se dijo que había sido por el desgaste de Pedro Sánchez en España. Sánchez convocó elecciones generales poco después y aumentó sus votos en un millón de votos formándose una espesa niebla de silencio en el PSPV.

Yo creo que en la sociedad actual los votantes se aferran a los detalles. Los planes quinquenales pasaron a la historia. Y en la Comunidad Valenciana la izquierda ha cometido errores de bulto sobre aspectos puntuales que los votantes no olvidaron. El primero fue la tasa turística y en general el sesgo antiturista que Compromís logró imponer en el Govern. En una comunidad autónoma que vive del turismo plantear cortapisas al principal motor de su economía es sencillamente ridículo. Y para colmo en la ciudad de Valencia la exvicealcaldesa Sandra Gómez basó su mandato en implantar una tasa turística de seis euros diarios por persona. A los barrios degradados de Orriols o a las calles cercanas a la Playa de la Malvarrosa llenas de delincuencia y tráfico de drogas apenas se acercó. El segundo fue la negativa del Ayuntamiento de Valencia, apoyado de manera inaudita por la Generalitat, a organizar la Copa América de vela de 2024. Cuando Barcelona se hizo con su organización ante la negativa de Joan Ribó y Sandra Gómez, entonces alcalde y vicealcaldesa, en la ciudad condal se celebró como unos nuevos Juego Olímpicos, como si les hubiese tocado la lotería en forma de impacto económico de 1.200 millones de euros y 19.000 empleos según se ha estimado. Quiero creer que los beneficios no serán tan grandes; la metedura de pata de la izquierda en Valencia sería demasiado monumental.

Y el tercer gran error fue otorgar al idioma valenciano la misma puntuación que a tener un doctorado en el baremo para dar plaza definitiva de médico a más de 9.200 interinos. ¿A quién se le ocurrió semejante barbaridad? Una de las primeras decisiones que ha tomado el actual Conseller de Sanidad es rebajar la importancia que el valenciano tiene a la hora de que un médico pueda trabajar en la Comunidad Valenciana. ¿Tan difícil era? La única voz que pude escuchar alertando de este error en la dirección del PSPV y en el Consell de la Generalitat fue la de Gabriela Bravo.

Estas tres cuestiones las planteé en su día en estas mismas páginas. No voy a decir que ya lo dije. Mi padre solía decirme que cuando el tiempo nos da la razón sobre la valoración de un acto ajeno nunca hay que echarlo en cara dándonos importancia. Hacerlo es de necios. Lo único que diré, ante la no asunción de errores, es que a la izquierda valenciana le espera un largo invierno.