El ocaso de los dioses

Colorín, colorado, el terrorismo se ha acabado

Txapote y Amaia durante la primera sesión del juicio por el asesinato de Manuel Zamarreño, concejal del PP en Rentería.

Txapote y Amaia durante la primera sesión del juicio por el asesinato de Manuel Zamarreño, concejal del PP en Rentería. / EFE

Rafael Simón Gil

Rafael Simón Gil

Cuanto más adulta debe ser una sociedad democrática –la española, por ejemplo–, más se infantiliza, y a peor. Los niños pueden ser buenos o malos, pero no dejan de ser eso, niños; sin embargo, muchos de los políticos que estamos padeciendo reviven su lado más perverso de cuando eran niños, plenamente conscientes de sus maldades. Por eso a los críos, para calmarles de sus agitadas pesadillas infantiles, se les suele adormilar a base de cuentos, más o menos como nos adormecen todos los días esos políticos. Es el caso de un travieso político separatista catalán, Jorge Turull, secretario general de Junts antes de recibir las competencias sobre inmigración que les permitan, como República Catalana independiente, grande, libre y progresista, deportar a los inmigrantes reincidentes. Turull, en nombre de Junts, es como esos niños que acosan a otros en el patio del cole –especialmente a los socialistas– obligándoles a que le den el bocadillo para zampárselo a sus anchas. De atún, de chorizo, de mortadela con aceitunas…, y es insaciable.

Este flautista de Hamelín en versión pancatalanista, emite una narcotizante música, solo apta para oídos indulgentes, que persigue llevar a toda la clase hacia el abismo del que no se regresa. Durante la tonadilla que va sonando, los críos se arrebatan entusiasmados hasta que la trampa se cierra y ya no hay solución. Si por el camino te cansas de seguirlo o no le das el bocadillo que te han regalado los votantes, el músico amenaza con terminar abruptamente el cuento con la frustrante frase «y colorín, colorado…», con gran dolor para los niños y niñas que le seguían obedientes camino a la perdición. Nuestro Hamelín es intelectual y moralmente un crío, sí, pero muy consciente de la música que toca. De ahí que le haya dicho al niño más rellenito de la clase, el amigo Santos Cerdán, que si no le da los bocadillos que pide, pues… «colorín, colorado». Y claro, ¿cómo va a ir todo un hombre robusto, entrado en años como Santos, a llorarle a papá Pedro (no, no es Pedro y el Lobo, el cuento sinfónico de Prokófiev) de que el abusón de la clase no le quiere y encima se ha comido el bocata? Papá Pedro, tan tolerante y solidario –sobre todo con lo que no es suyo–, consuela a su vástago con más bocadillos para que se los regale a Hamelín y éste les siga dejando bailar en el recreo al son de la flauta.

Hasta aquí el cuento, ahora vienen las cuentas. Y éstas son menos infantiles que la tonadilla balsámica del flautista con la que pretenden seguir adormilando a la ciudadanía. Junts, y por extensión el separatismo catalán, exigen de sus compañeros de recreo (los dueños del balón con el que se está jugando el partido) que la amnistía se aplique a partir de 2011 y abarque también los delitos de terrorismo, entre otras sutiles modificaciones con las que poder atar de pies y manos a la Justicia española y europea. Impunidad blindada. Ahora conocemos el informe de los letrados de la Comisión de Justicia del Congreso sobre la ley de amnistía donde advierten de posibles indicios de inconstitucionalidad y las colisiones que puedan producirse con el Derecho de la Unión Europea. Imagínense –un suponer– a los Pujol beneficiándose por la amnistía, mientras que alguna conocida de ustedes dos sigue dando tumbos porque incluyó un cepillo de dientes en su deducción de la Renta.

Resulta que el terrorismo que no conlleve «violaciones graves de los derechos humanos», es decir, el «terrorismo democrático», también estaría amparado en la ley de amnistía para que los demócratas progresistas de los CDR y Tsunami Democrático (el nombre ya constituye un nauseabundo oxímoron), queden fuera del alcance de la Justicia. Como si las violaciones no fueran todas graves. Ya sabes, o me das el bocadillo o te saco del recreo. ¡Cuánto tienen que retorcer el lenguaje, las palabras, la ética, la estética, el decoro, la moralidad, la vergüenza, los principios y la propia democracia para seguir jugando con el balón un tiempo más que ni tan siquiera depende de ellos! Violaciones no graves o, colorín colorado. Solo sí… me das el bocadillo…, es sí. ¿Jugamos a violar un poco los derechos humanos? Tendrán que aprendan a conjugar el verbo violar derechos humanos ustedes dos solitos, pero de forma leve, porque yo no sé hacerlo.

Para que no vayamos perdiendo cierta perspectiva que nos alejara de la memoria histórica más reciente, el exjefe de la banda terrorista ETA, Txapote (¿les suena?), condenado por los asesinatos de Miguel Ángel Blanco, Gregorio Ordóñez y Fernando Múgica, se negaba a declarar ante el tribunal de la Audiencia Nacional que le está juzgando, junto a Irantzu Gallastegi, por el asesinato en 1998 del concejal del PP Manuel Zamarreño, que jamás volverá a ver a sus hijas. La hija de Zamarreño, que jamás volverá a besar a su padre, ha declarado: «Lo más duro ha sido ver sus caras, sus miradas, no se arrepienten». ¿Qué dicen de esto las voces democráticas, progresistas, la autoridad moral de hombres de paz como Otegi, que se negó a condenar a ETA y pedir perdón a las víctimas? Hay casi 400 asesinatos de ETA en los que no existe un fallo condenatorio, denunciaba Consuelo Ordóñez. Hoy, el Gobierno se sostiene también con los votos de Bildu. «Con Bildu no vamos a pactar, si quiere lo digo cinco veces o veinte…». (Antes que el gallo cante, me negarás tres veces, Pedro).

En este clima de respiración asistida, de elipsis fraudulenta, de deserción intelectual y de falso progresismo; en esta agonía vital de espesas delaciones morales, de sectaria intolerancia, de pensamiento único, de negación de la pluralidad y de censura libertadora (vuelvo al oxímoron), otra pluma libre, crítica, demócrata y valiente, es expulsada del paraíso mediático obsecuente con el Gobierno. Fernando Savater, un contumaz reaccionario anclado en la nostalgia de la verdad desde siempre, ya no escribirá en El País. Colorín, colorado, Fernando, la tolerancia se ha acabado (¿cuál de ellas, tras 47 años de colaboración ininterrumpida?). A más ver.

(Spoiler antigripal) Frente el desgarro moral y el vértigo nihilista, suenan los 6 movimientos de «Come In!», la composición para 2 violines y orquesta de Vladimir Martynov, con Gidon Kremer como primer violín. Un eficaz escudo antiviolación –si es leve– de los derechos humanos.