Pobres criaturas

Emma Stone en 'Pobres Criaturas'.

Emma Stone en 'Pobres Criaturas'. / INFORMACIÓN

Antonio Sempere

Antonio Sempere

Yorgos Lanthimos ha caído en su propia trampa. Parece mentira que después de haber ofrecido una obra maestra como ‘La favorita’ haya incurrido en el error de repetir con otra película de época, queriendo superarse en barroquismo y usando muy parecidos recursos técnicos. ‘Pobres criaturas’, revisitación del mito de Frankestein contada esta vez con protagonista femenina, Bella Baxter, cuenta una historia de empoderamiento femenino llevada a unos extremos radicales. Pero al artificio empleado por el director, saltando del blanco y negro al color a discreción, y abusando del gran angular y el plano de ojo de pez sin mesura termina abrumando al espectador.

Habla un ferviente admirador de Lanthimos desde sus inicios. De ahí que lo mejor de la interminable ‘Pobres criaturas’ me parezca justo su plano final, el guiño a ‘Canino’. Llegados a este punto, cuando el director griego ha demostrado cómo es capaz de inventar un estilo propio, demostrando su pericia técnica y su querencia por la subversión ética y moral de la sociedad biempensante, no le queda otra que reinventarse y sorprendernos en cada título con algo que no tenga absolutamente nada que ver con lo anterior.

El personaje de Emma Stone, a cuya mayor gloria está hecha la película, es una criatura cuyo cerebro no está en concordancia con su edad. Es una persona que no tiene filtro, tampoco en su comportamiento sexual. No piensa lo que dice. Es inoportuna e impertinente. Si esa es la fórmula que ha encontrado Lanthimos de reivindicar el empoderamiento femenino, apaga y vámonos, porque lo que logra es que Bella Baxter sea un ser repelente, desagradable, al que estamos deseando perder de vista en una película que aparenta ser mucho más larga de lo que es, porque entra se estanca. ¿Quién dijo que Willem Dafoe está irreconocible? Se le adivina en la primera escena. Esperemos que Yorgos pase página y regrese con un relato contemporáneo que nos hiele la sangre. Como él saber hacerlo.