Opinión

Tempus fugit

Tempus fugit

Tempus fugit / EP

Parece que fue ayer cuando estábamos celebrando el comienzo del año 2024 y tratábamos de visualizar los objetivos que a lo largo de este año esperábamos de nuestros esfuerzos y actitudes para mejorar todo lo realizado durante los años precedentes. Pero, sin embargo, la realidad nos demuestra la fugacidad del tiempo y la necesidad de darnos cuenta de lo rápido que pasa sin que nos demos cuenta, porque ya se ha cumplido el primer cuarto del año y en muchos casos los objetivos de muchas personas todavía ni se han puesto encima de la mesa.

Si echáramos la vista atrás nos daríamos cuenta, por ejemplo, de donde estábamos hace diez años y nos sorprendería la cercanía de hechos y vivencias que parecen lejanos en el tiempo, pero que nuestro cerebro nos recuerda la proximidad de los mismos cuando la cifra del tiempo transcurrido nos parece, sin embargo, una eternidad, porque aunque diez años parezcan muchos la frase que encabeza este artículo nos devuelve a la realidad de la fugacidad de lo que vivimos.

Así, la expresión tempus fugit viene a significar, precisamente, que el tiempo no es que corra, sino que vuela, y salvo en películas o novelas de ciencia ficción no podemos ya regresar al pasado, aunque personalmente intenté plasmar esa posibilidad en mi quinta novela titulada Expediente ámbar, donde unos chicos tenían el poder de regresar a cualquier momento de su vida pasada que eligieran.

Sin embargo, la realidad nos aleja de esa ficción que todos hemos tenido en alguna ocasión de tener ese poder brutal de decidir si queríamos regresar a un punto concreto en el tiempo, pero siempre con la posibilidad de volver al presente. Sobre todo, por la posibilidad que yo reflejé en mi novela antes citada de que la ciencia ficción de regresar al pasado también nos situaba en el peligro de que una alteración de lo que habíamos vivido pudiera provocar también un cambio en ese presente, que puede que también nos guste y no queramos que cambie.

Por otro lado, en mi sexta novela titulada, “Sé lo que vas a hacer” cambié el poder de regresar al pasado por el de visualizar el futuro, que es otra de las grandes aspiraciones de la mente humana, para intentar adivinar si el destino está marcado en nuestras vidas, o, sin embargo, siempre es modificable a tenor de los acontecimientos que vayan ocurriendo cada día.

Sea como fuere, la realidad es que el transcurso de los días, las semanas, los meses y los años se nos muestra como una realidad implacable que nos hace ver que todo tiene un fin y que lo único que importa es el presente y las perspectivas de poder conseguir metas realizables a las que todos siempre debemos aspirar, pero sin olvidar que lo que importa es el presente que estamos viviendo cada día, cada minuto y cada segundo.

Sin embargo, pese a que todos somos conscientes de la fugacidad del tiempo, en nuestro foro interno nos da la impresión de que tenemos el don de la inmortalidad y que aunque somos conscientes de que el tiempo pasa, puede que no nos demos cuenta de los cambios que se van experimentando, y que volver atrás es solo parte de una ciencia ficción que nos enseñan el cine y la literatura y que solo fueron parte de nuestra imaginación y que nuestros recuerdos son los que nos permiten volver atrás mientras tengamos esa capacidad de recordar todo lo que hicimos sin posibilidad alguna de modificarlo.

Además, relacionado con esa expresión latina nos encontramos también con otras semejante en su con contenido, tal como carpe diem que nos viene a decir que aprovechemos el presente que estamos viviendo como si fuera el último día de nuestras vidas para evitar que malgastemos el tiempo que nos da la vida y que cuando la proximidad de nuestros últimos días se presente de inmediato, seamos capaces de estar tranquilos con lo que hicimos y con las decisiones adoptadas, como si se trata de una especie de juicio final en el que se nos presentaran las posibilidades que tuvimos, las que hicimos, las que rechazamos o desperdiciamos y se nos presentara todo de repente como una especie de rendición de cuentas y resultados.

Con esta reflexión es importante concluir que hay que rechazar de los pensamientos esa expresión de que “lo que sea lo dejaremos para mañana”, porque cuando llega ese juicio final de liquidación de “créditos y deudas” nos damos cuenta de todo lo que dejamos por hacer y nos cercioramos de que la vida se vive una sola vez y que la oportunidad de repetirla solo forma parte de una ciencia ficción que se aleja de una realidad que en muchas ocasiones no queremos vivir ni disfrutar.