Opinión

Hombres que matan

En 2022, 37 menores quedaron huérfanos como consecuencia de la violencia machista.

En 2022, 37 menores quedaron huérfanos como consecuencia de la violencia machista. / EFE

Leí un informe psiquiátrico sobre la psicopatía, y me quedé sorprendida con una frase que resumía muy bien el contenido: “Un psicópata, o sociópata, puede ser desde un conductor de autobús de niños hasta el presidente de un gobierno”. O sea, que es algo más común de lo que creemos, y no necesariamente esta persona a lo largo de su vida terminará asesinando.

Llevamos más de dos décadas sufriendo y viendo con frecuencia en los medios los asesinatos de hombres a sus parejas o exparejas, incluso, en algunos casos, a sus propios hijos e hijas para aumentar aún más el dolor. Algo tan cruel presenciamos casi a diario y estremece, indigna, llena de impotencia.

El sistema que tenemos encaminado de protección a las víctimas es corto, insuficiente, son medidas que no contemplan todas las variables ¿qué podemos hacer para evitarlo?

Como observadora de la vida y del “amor”, he comprendido que se debe separar al asesino del machista, porque ambos van en direcciones diferentes: el enfermo de mente mata, el machismo frena y empobrece. Infinidad de parejas se separan por la coexistencia de un machismo insostenible, y no por esa razón acaba en tragedia griega; aquí paz y después gloria.

En mi opinión, estos hombres que matan no lo hacen necesariamente por machismo. Porque el micromachismo y el machismo en sí mismo es tan viejo y universal como el universo, y está tan arraigado en la convivencia que ni lo advertimos, son como los ácaros: sabemos que existen, pero no lo vemos hasta que el polvo se acumula o provoca alergia.

Pero a esta mayoría de hombres no se les ocurre soltar un mamporrazo a su pareja para dar por finalizada la discusión, aunque esta discusión forme parte de la rutina. Quién comete tal aberración, o termina matando, es evidente que no tiene la cabeza colocada en su sitio, es un enfermo de verdad que con anterioridad ha mostrado síntomas. Y es aquí donde se debería prestar la atención que merece el tema para preguntarnos ¿qué se está haciendo mal?

Para empezar: Me parece un error y a veces horror, ver como los medios exponen los casos de asesinatos a mujeres en los telediarios. Esa masiva exposición de la víctima, sacando el cadáver envuelto en camilla, poniendo imágenes de los edificios donde ha ocurrido, cediéndoles el micrófono a vecinos que dicen: pues era un hombre normal, y todo eso… Por la tarde imágenes de una concentración de silencio con alguna pancarta… Este proceso continuado, es como que la sociedad lo tiene asumido, porque siempre es el mismo protocolo. Protocolo que alimenta el ego del asesino: ha cumplido, está satisfecho. Además, no debemos olvidar las señales que se le ofrece al que lleva tiempo amenazando, porque él mismo puede ser el próximo artífice de todo ese despliegue que se realizará gracias a él, porque será el próximo protagonista.

Un ejemplo práctico lo tenemos en la manada. Después del caso de la chica violada en los Sanfermines… ¿cuántos casos más, de violaciones grupales se vienen produciendo? ¿Nadie se dio cuenta de lo contraproducente que era dedicarles horas de televisión a esa chusma? Los presentaron bailando con meneíto de caderas, divirtiéndose, paseando por su ciudad asaltados con diez micrófonos, entrando en el juzgado bien arreglados como galanes, con el aspecto de quien se presenta a un acto solemne, primeros planos… Fueron los protagonistas indiscutibles de las televisiones y tertulias durante meses, es más, hasta hicieron una obra de teatro en Madrid sobre el caso, “Jauría” (por cierto, ahora la estrenan en Barcelona). Evidentemente la obra pretende ser una crítica, pero ¿es necesario tal protagonismo para decirnos lo que sabemos? Si jóvenes que están por formar ven este resultado, no les parece una represalia; si unos lo hacen es porque se puede hacer, piensan. Y tienden a normalizar.

En consecuencia, el sistema de protección a las víctimas no funciona y aquí no caben tibiezas. Los mensajes publicitarios presentan a una mujer sufridora con la frase “no estás sola”, pero hasta el asesino sabe que solo es marketing. Los medios presentan a la víctima en una constante, y no dedican espacio al agresor, detenido, haciendo un seguimiento del proceso para que la sociedad entienda que existe el castigo. No es público el tratamiento que reciben en las cárceles, ni si son sometidos a recuperación, programas… no sabemos nada de ellos. De ellas todo.

La prevención y atención a estas personas sería lo más importante a realizar. Y, esta prevención pasaría por tener un sistema público sanitario de salud mental con especialistas que cubra con calidad y amplitud la demanda que es mucha. Desde que Felipe González materializó la reforma psiquiátrica para darle un tratamiento de integración en la sociedad, a personas con demencia, se dejó abandonada a muchas familias porque el sistema no tenía medios para prestar la atención adecuada. La Sanidad de Salud Mental hoy es casi inexistente, no hay psiquiatras, psicólogos, enfermeros especializados, ni trabajadores sociales suficientes para atender a una población cada vez más necesitada.

La sociopatía es más común de lo que creemos y son rasgos antisociales apenas perceptibles porque lo asociamos a una parte de la personalidad. Como decía el informe, un psicópata puede ser cualquiera de nosotros, que no necesariamente asesinará… Pero a continuación indicaba: “a no ser que entre en sus planes…”.