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Hay quien no sabe o no quiere conocer a quien tiene delante

Yo no sé si soy madre helicóptero, madre bocadillo o mala madre. Sé que soy madre, y eso me basta. No parece bastarle a quienes viven con la necesidad constante de estar pegados a una etiqueta o de mirar, que no ver, el mundo como si este fuera un muestrario o una clase de taxonomía. Detrás de ese papelito pegajoso que intenta una clasificación imposible no hay más explicación que la imbecilidad reinante. Nos hemos vuelto imbéciles, no en el sentido de alelados o necios, que también, sino en el puro sentido etimológico del término. Imbécil viene del latín, como casi todo lo que hablamos, pese a quien pese de las cabezas reinantes en cualquier reforma educativa que se precie. En latín se usaba para denominar a aquellos que necesitan un apoyo para andar, un báculo, un bastón. Una etiqueta, por ejemplo. 

Hay quien no sabe o no quiere tomarse el esfuerzo de conocer a quien tiene delante, y prefiere que se lo den todo hecho: etiquetado, clasificado y a ser posible, envasado al vacío. Por eso vivimos esquivando papelitos que nos incluyan en una u otra clase, por eso también hay quien se mata por que le caiga uno de esos papeles encima. Recuerda un poco a la necesidad adolescente de ser votada para pertenecer a una pandilla, y a las parejas aburridas que no saben hablar entre ellos a no ser que queden para cenar con otros matrimonios. 

No se lleva vivir ajeno a titulillos, no dejar comentarios en páginas supuestamente graciosas o serias, y sobre todo, no se lleva aceptar que uno lo hace lo mejor que puede. Parece que molesta ir por libre, esa conquista que ha costado siglos y ahora menospreciamos con superioridad teñida de estulticia, otra palabra preciosa que no significa lo que creemos. Por eso odio las etiquetas. Ser madre ya es suficientemente complicado para dejarse encasillar. Cada una intenta lo mejor para sus hijos, cada una conoce cómo debe actuar, en un baile de equilibrios sobre la cuerda floja del trabajo, la realidad y los vaivenes emocionales. Habrá a quien le funcione que sus hijos sean autónomos muy pequeños, habrá también quien no pueda conseguirlo, porque se nos olvida que los niños no son peras, y no maduran todos a la vez, sino a su tiempo y forma. Habrá quien los eduque para la vida, y quien se aparte para que sea la vida su profesora. Cualquier forma es buena si se busca el bien de tus hijos. Lo demás son zarandajas. y a estas alturas quien se agobie si las demás madres no la consideran perfecta no es que sea mala madre, es que es imbécil, o sea, persona que no sabe caminar sin el bastón de la opinión ajena. 

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