Opinión

Alrededor del trono

Zaplana llega a la Ciudad de la Justicia en el segundo día del juicio por el caso Erial.

Zaplana llega a la Ciudad de la Justicia en el segundo día del juicio por el caso Erial. / Mercedes Gallego

Rato y Zaplana van a lomos de juicios como acusados por diferentes tejemanejes. El que fuera artífice del milagro económico español se enfrenta a más de 70 años de cárcel por defraudar supuestamente 8,5 millones de euros y por los presuntos sobornos cobrados cuando era presidente de Bankia. A quien estuvo al frente de la Generalitat se le imputa haber cobrado y blanqueado mordidas por valor de más de 20 millones en adjudicaciones de iteuve y parques eólicos, con una petición de pena de 19 años de prisión por los delitos de organización criminal, blanqueo de capitales, cohecho, prevaricación y falsedad documental. Ignoro por qué algunos se empeñan en que Aznar dé explicaciones sobre las armas de destrucción masiva. De empezar, ¿cuándo iba a terminar ese hombre?

Curtido en mil batallas judiciales, impregnado de púrpura tras haber ostentado la vicepresidencia del país no digiere tener que aguantar las insolencias de una servidora más del Estado y, harto ya de estar harto, Rodrigo espetó a la fiscal que «¡El respeto se gana!». Si lo sabrá él. A Zaplana, por el contrario, el debut en el banquillo maldita la gracia que le hacía. No pocos señalan que el viralizado recibimiento inferido por una mujer que aguardaba turno exclamando «¡Haz la cola!» debió dejar maltrecho su aire pinturero. Pero estoy por asegurar que, como a todo, al final le sacó partido. Bárbara, la afectada, pasó a ocupar primer plano, dijo que «la buscan constantemente y que ya tiene bolos». Es lo que otorga haber sido ministro de Trabajo, que allá por donde pasas van abriéndose nuevas posibilidades. Y puesto que lo sucedido no era suficiente para desviar la atención y que se hablara lo menos posible de lo mollar, los más leales buscaron hasta dar con aquello que captase la curiosidad general y así es como el edil de Recursos Humanos de Elche acabó debajo del trono. No hay Dios que ponga en duda que el flagelado será recompensado. Desde Maruja es una tradición que nadie puede decir que no haya ido a misa.