Opinión

El perro con un hueso sabroso

El perro con un hueso sabroso.

El perro con un hueso sabroso. / INFORMACIÓN

El pasado día 23 de abril se celebró el día del libro. Tengo por costumbre dedicar un articulo cada año en la fecha o fechas próximas a la celebración. El año pasado dediqué el artículo a los autores y autoras. No habría libros si no hay quien los escriba. Este año voy a realizar un sencillo homenaje a los bibliotecarios y a las bibliotecarias. Porque son quienes organizan, cuidan y facilitan el acceso a los libros y quienes velan por esos templos de la lectura en los que las personas llenan el silencio de palabras y de emociones.

Y he tomado la decisión a raíz de la lectura del libro de Kate Thomson titulado “La biblioteca de las lectoras valientes”, distinguido como Libro del Año. Un libro, basado en hechos reales, que cuenta la historia de una biblioteca subterránea en la Segunda Guerra Mundial, una biblioteca ubicada en el interior de la estación del metro londinense Betnhal Green, a 24 metros de profundidad.

Para escribir el libro la autora realizó más de cien entrevistas a responsables de todo tipo de bibliotecas: universitarias, infantiles, públicas, privadas, grandes, pequeñas… Cada uno de los 28 capítulos abre con una cita extraída de las entrevistas. Hermosas citas que hablan de estos espacios maravillosos y de las personas que los cuidan.

En una interesante notal final, la autora habla de su experiencia lectora en una biblioteca: “Cuando era pequeña durante las décadas de 1970 y 1980. Procedía de un hogar ruidoso, así que me encantaba la sensación de soledad y de orden En cuanto percibía el embriagador aroma del papel viejo y del abrillantador, en cuanto oía el satisfactorio “pum” del sello del bibliotecario, me relajaba…. Era un destino y aun recuerdo con claridad la sensación de calma que me invadía al cruzar la puerta. Era mi refugio”.

A renglón seguido utiliza una hermosa metáfora, una metáfora que he utilizado para dar título a estas reflexiones: “Primero llegaba el ritual de elegir el libro, luego me lo llevaba al extremo más alejado de la biblioteca, más o menos como un perro se escabulle con un hueso sabroso…”.

La biblioteca de Kate Thomson está en la raíz de su posterior dedicación a la escritura: “La biblioteca desbloqueaba mi imaginación de una forma que siempre me hacía sentir segura. Sin mis visitas semanales a aquel refugio, estoy segura de que en la actualidad no sería escritora, así que le agradeceré eternamente a mi madre que me llevara”.

Piensa Kate Thompson que las bibliotecas han dejado de ser simples depósitos de libros, tranquilos y silenciosos, para convertirse en vibrantes centros culturales comunitarios. Y dice textualmente: “Pienso que las personas que trabajan en ellas se cuentan entre las más agradables y esforzadas del planeta”. No es difícil sumarse a estos elogios.

La novela, basada en hechos reales, tiene una curiosa estructura. En un breve prólogo, sitúa la acción el día 7 de septiembre de 2020. Y, después de muchas páginas de lectura (la obra cuenta con 411) situadas en el año 1944, desembocamos en un Epílogo en el que vuelve a la misma fecha del Prólogo. Entre Prólogo y Epilogo cuenta la historia de Clara Button, una bibliotecaria que, en tiempos de guerra, crea la única biblioteca subterránea del país, construida sobre las vías de la estación de metro de Bethnal Green, en la que vive una numerosa comunidad con miles de literas, una guardería, un teatro con trescientas butacas, una cafetería, una consulta médica, un peluquero ambulante... Una cartilla de refugio te aseguraba una litera. La glamurosa Ruby Munroe es su entusiasta ayudante. Su trabajo convierte la biblioteca en el corazón de ese pequeño mundo.

Las bombas no me inquietaban tanto cuando tenía la cabeza metida en un libro, dice la nonagenaria Pat Spicer, que sacaba libros de aquella biblioteca subterránea

Los 28 capítulos van alternando el foco del entramado de la historia: Clara, Ruby, Clara, Ruby, Clara, Ruby… de principio a fin. Como es preceptivo no desvelaré la trama de la acción, ni el desenlace de las historias de amor de ambas protagonistas.

En una adenda habla la autora de la verdadera historia de la biblioteca de Benthanl Green y la lucha por salvarla. En esas páginas pueden verse interesantes fotografías de la época, como es lógico en blanco y negro. Sugiero al lector que antes de iniciar la lectura de la novela repase estas páginas para meterse de lleno en la acción y en su contexto durante la lectura.

Podríamos decir muchas cosas de esas admirables personas que dan vida a las bibliotecas, pero prefiero cederles la palabra para que nos digan cómo viven y cómo entienden su trabajo.

“¿Quieres ver mundo? No te alistes en el ejército. Hazte bibliotecario”, dice Denise Bangs, directora de Idea Store, Tower Hamlets.

“Las bibliotecas siguen siendo una de las instituciones más seguras y libres que tenemos. Siguen siendo un servicio estatutario y las autoridades locales siguen estando obligadas a ofrecer una biblioteca pública gratuita”, dice Kathleen Walker, bibliotecaria jubilada.

“Con un buen libro, nunca estás solo, decía mi antiguo director. Nunca lo he olvidado, Me convirtió en la bibliotecaria que soy hoy”, dice Deborah Peck, responsable de desarrollo bibliotecario de Canning Town, East London.

“No existen los niños a los que no les gusta leer, sino los niños que no han encontrado el libro adecuado”, dice la bibliotecaria escolar del St. John Fisher.

Los bibliotecarios, hombres y mujeres, son trabajadores acostumbrados a tratar con todo tipo de personas, desde investigadores esforzados a personas solitarias que se refugian en su seno para encontrar un mundo de aventuras desbordantes y personajes maravillosos.

El bibliotecario es a menudo la única persona con la que algunos pueden hablar en todo el día. Una conversación entre susurros, nunca estorbada por ruidos, gritos o prisas. Quiero reproducir un breve diálogo de la ayudante de biblioteca, Ruby, con el Ministro de Educación que está realizando una breve visita a la biblioteca:

- En realidad, en muchos casos, la gente viene a buscar a alguien con quien hablar porque se siente sola, o tiene miedo, o ambas cosas. Es muy habitual que el bibliotecario sea la única persona con la que han hablado en todo el día.

El Ministro posó la mirada en el señor Pinkerton-Smythe, que parecía estar a punto de explotar.

Mi amiga, Clara Button, que es la verdadera bibliotecaria de este sitio, lo entendía. Fue ella quien me enseñó que no estamos aquí solo para ocuparnos del préstamo de libros. Estamos para escuchar. De hecho, los bibliotecarios deberían ganar el doble de lo que ganan, porque también trabajan de reformadores sociales, consejeros sentimentales, profesores y asistentes sociales.

La biblioteca es el pegamento que mantiene unida a la comunidad. Una biblioteca es el único lugar gratuito, seguro y democrático al que puedes ir desde que naces hasta que mueres sin que nadie intente venderte nada… No tienes que gastarte ni un céntimo para viajar por el mundo... Es el latido de una comunidad. Un hurra por todos los trabajadores y trabajadoras de las bibliotecas.

La biblioteca de Betnhal Green corrió el riesgo de ser cerrada y la autora participó en una campaña que trató (y consiguió) evitar el cierre en el año 2022, cuando se cumplían cien años de su fundación. Kate Thompson presentó su libro en los actos conmemorativos de la victoria sobre el anunciado cierre.

La biblioteca es más necesaria, si cabe, en el seno de poblaciones vulnerables. Y resulta inadmisible que en algunas ocasiones los recortes de presupuesto afecten precisamente a este espacio que es como el Arca de Noé de las poblaciones más pobres.

Quiero hablar también de las bibliotecas de las casas. Ese lugar en el que los libros esperan pacientemente que una mano amorosa se pose sobre ellos. Ese lugar que siempre está creciendo porque nunca se tira un libro y siempre está abierto a nuevas adquisiciones.

Hace algunos años, la Editorial Homo Sapiens nos pidió a doce autores una foto en la biblioteca de la casa para confeccionar un calendario. De enero a diciembre aparecía la foto del autor en su biblioteca con un pensamiento sobre la importancia de ese lugar privilegiado de la casa. Hermosa iniciativa.

En un lugar preferente de mi biblioteca tengo dos exlibris. El primero tiene muchos, muchos años. El segundo es un reciente regalo de mi querido amigo y profesor de Lengua y Literatura Carlos Arconada. Un preciado regalo que tiene como emblema un búho. Uno más de los cientos que se esconden o se exhiben en las estanterías, orgullosos de lo que están observando.