Hace poco recuperé un documental sobre el fallido rodaje de la película de Terry Gilliam “The Man who shot Don Quixote”. El documental, dirigido por Keith Fulton y Louis Pepe seguía al ex Monty Python y al equipo de rodaje en sus desventuras por sacar adelante un proyecto dirigido al fracaso, y que, de hecho, acabó cancelado una vez el rodaje ya había empezado.

A lo largo del documental observamos las vicisitudes, discusiones, reuniones y reflexiones de todo el equipo con responsabilidad en la producción: el productor José Luis Escolar, hombre, el ayudante del director, hombre, el productor ejecutivo, obviamente también un hombre y, por supuesto el director Terry Gilliam, hasta la fecha también encasillado como hombre.

Las mujeres solo aparecen como encargadas del vestuario, peluquería y maquillaje. No siendo su labor menos importante para un rodaje, y aun siendo un rodaje de hace 20 años, es un ejemplo de cómo aún el hombre copa todos los puestos de mando en los rodajes y de cómo las mujeres se encargan de esas actividades que aparentemente son más propias de su género.

Asociaciones como CIMA y Dones Visuals reivindican la paridad en un oficio aún enormemente machista. En 2020 las mujeres han supuesto el 33 por ciento de la industria cinematográfica y el 19 % de las directoras, un número que no varía con respecto al 2019.

Las mujeres directoras consiguen levantar presupuestos que suponen la mitad de lo que levanta de media un director masculino. No solo tienen muchas menos oportunidades, sino que además a ellas se les exige el doble.