«Al igual que la Iglesia pretende ser autosuficiente para perdonar las debilidades carnales de sus sacerdotes, el PP aspira a juzgar de forma autónoma los pecados de sus gestores, aireados por ellos mismos en un siniestro espectáculo exhibicionista. Las pocas veces que descubrimos cómo la “mano invisible” se mete en algún bolsillo (manoseando a un inocente niño o esquilmando a los contribuyentes), esa misma “mano“, pillada in fraganti, nos exige mirar para otro lado, arrogándose para sí misma la labor de juzgarse y maquillarse. Pastores, como la Iglesia, tienen los rebaños políticos; pero muchos ya ni se molestan en disfrazar al lobo que esconde su falsa piel de cordero».