El maestro es un alquimista

Una profesora en un aula.

Una profesora en un aula.

Diego Gavilán Martín

Esta tarde hemos hablado en clase de la génesis del odio y la violencia, para entender mejor su complejidad, deconstruirla y transformarla en paz. Si, el maestro/a es un alquimista. La violencia y el odio no es un tema de los demás, de los grupos que detestamos, de las ideas dogmáticas o de las creencias aprendidas basadas en el rencor y la discriminación continua hacia ciertos colectivos. Nadie que piense así debería ser maestro/a, ni obtener la acreditación para ser docente. 

Esta profesión va de la construcción de la paz, el entendimiento, la relación, la convivencia, la tolerancia y el diálogo, como formas de entender la vida. Va de comprender a los individuos, a sus grupos, familias y circunstancias. Va de escuchar, de mediar, de intervenir con las pequeñas cosas, en el día a día. Esta es la profesión de la no violencia y de la construcción de la paz, por encima de cualquier identificación colectiva, calificación, currículum o sistema escolar. Esta es la profesión de la construcción de la identidad en base a la escucha, la conversación, la expresión, el intercambio de ideas distintas y el aprecio por la diferencia de sentimientos, pensamientos y vidas. 

No hay nadie en la faz de la tierra que enfrente el odio y la violencia como lo hace un maestro/a. Está preparado para hacerlo. Es su destino. La convivencia y el respeto por las ideas, gustos y pensamientos distintos da sentido a nuestra profesión. Esa actitud reconstructora de la paz forma parte de nuestro juramento socrático. El estudiante reconoce a un maestro/a, que piensa, siente y respira emoción y energía por un mundo mejor. Admira a un docente que contribuye a enriquecer y dar sentido a su vida, dotándola de valores positivos de encuentro, amistad, respeto y tolerancia. El estudiante merece una maestra/o en la que pueda creer, en la que se pueda mirar, alguien que le sirva de referente para afrontar su vida.