Ser bilingüe o plurilingüe por puro pragmatismo

Miguel Terrés Hernández

  Los estudios científicos sobre niños y adultos bilingües-nativos o no- o plurilingües concluyen que las ventajas prácticas de serlo superan con creces a los posibles perjuicios tanto desde el punto de vista del desarrollo de las capacidades cognitivas como en el plano de la potenciación de las habilidades sociales.

     Parece que los resultados de las últimas elecciones municipales y autonómicas van a traer consigo el retorno del debate sobre la enseñanza del valenciano en las cuatro etapas de enseñanza no universitaria: infantil, primaria, secundaria y bachillerato.

      Uno, que ha nacido en una comarca no bilingüe de la Comunidad Valenciana, que es monolingüe, castellanoparlante nativo, ha tenido la fortuna de vivir y trabajar en capitales de provincia y localidades con habitantes mayoritariamente bilingües de Baleares, Cataluña, Navarra y Euskadi.

     Así que el prejuicio, el convencionalismo del espíritu de campanario lo sobrepasé sin contemplaciones.

      No tuve más remedio que sortearlo al percatarme, casi de inmediato, de que, en esencia, los seres humanos nos reconocemos más en la lengua que hablamos que en las cosas que hacemos. Y adopté entonces la humilde actitud de tratar de comprender a las personas que usaban la lengua que yo no conocía, intentado, además, aprenderla aunque solo fuese en su nivel más elemental.

      ¡Y cuánto bien me hizo y me ha hecho esa decisión!

     Porque, visto desde un ángulo meramente práctico, por puro pragmatismo, hablar, comunicarse en castellano no es ni preferible ni mejor ni peor que hablar o comunicarse en cualquiera de las otras cuatro lenguas que se hablan en nuestro país.

     Por eso me atrevo a plantear una propuesta: que los centros de enseñanza no universitarios, incluidas las escuelas oficiales de idiomas, oferten como lenguas optativas junto a la lengua oficial las otras lenguas no maternas de los alumnos.

      Es decir, las cuatro, todas ellas a la vez.

     Si se hiciera así se tenderían lazos más fuertes de confraternidad entre las comunidades autónomas y se obtendrían también ventajas específicas, como, por ejemplo, unos flujos comerciales más productivos.