El alarmante auge del fascismo

Es innegable el auge del fascismo en las democracias liberales. Pero el fascismo no es solo odio al inmigrante, aporofobia, machismo, culpar a las víctimas de violaciones, atacar al mundo LGTBIQ+ o negacionismo medioambiental; también es un modelo económico ultraliberal que acaba con la sanidad y educación públicas, socava derechos laborales, precariza el trabajo, especula con la vivienda, baja impuestos a ricos y grandes empresas…

El fascismo, a pesar de querer desmantelar el Estado de bienestar y privatizar y expoliar los recursos públicos, logra vender su programa a votantes de izquierda cuando la economía de una nación entra en crisis –incluso por causas exógenas o por secundar las propias reglas del capitalismo–.

La receta es sencilla: se busca un advenedizo que no tenga nada que ver con la política, se propaga un discurso que grabe a sangre y fuego la idea de que existe una brecha insuperable entre la gente de a pie y la clase política y se constituye una formación antisistema de cara a unos comicios. Con poco más, será un éxito para unos pocos y una tragedia para la mayoría.