Todos los bebés del mundo

Juan Luis Mira

Este año los Reyes Magos se las han visto y deseado para cruzar una frontera cosida con tanques. Ni el salvoconducto de la O.N.U. parecía ser suficiente para dejarlos pasar. A lo lejos, la estrella de Oriente apenas podía brillar, entre el humo de las bombas y el vuelo de los drones.

Y, al final, cuando consiguieron llegar a Belén encontraron que del bullicio festivo de otros años solo quedaba un manto de silencio gris. No había nadie en los alrededores: ni pastores, ni ocas en el estanque, ni castañeras... Ni siquiera el caganer. Estaban todos en el refugio.

Sin embargo, a pesar de tan desolador paisaje, cuando Melchor, Gaspar y Baltasar se acercaron al pesebre, la tristeza desapareció de sus rostros. Acababan de descubrir la estampa más sobrecogedora que nunca antes habían imaginado.

Esta vez no había un bebé esperando junto a María y la mula. 

Había cientos, miles, millones.

Cada uno en su cuna, durmiendo felices.

Allí estaban todos los niños y niñas del mundo, aquellos que ninguna guerra debería despertar nunca. Y sus sonrisas decían que podían seguir soñando felices.  

Si no hay paisaje más hermoso que un niño durmiendo, millones de bebés durmiendo a pierna suelta componían la imagen más maravillosa jamás pensada.

Y en medio de todos ellos, como uno más, se encontraba el bebé divino, el único capaz de lograr semejante proeza.

Lo reconocieron porque les guiñó un ojo. 

Era su forma traviesa de decir: este año todas las niñas y niños del mundo se llaman Jesús.

Feliz Navipaz