Veinte años sin Pedro Goitia

Una carta.

Una carta. / Pexels

Antonio Marcelo Beltrán

Un mal día, hace exactamente veinte años, los allegados de Pedro Goitia nos despertamos con la noticia desoladora de que nuestro querido amigo había fallecido en su casa mientras dormía. Tenía solamente 59 años de edad, y aquel corazón de oro se había detenido, privando a su familia de un buen esposo, padre y suegro, y al barrio de Colonia Requena de un luchador justo e incansable por el progreso –el porvenir– de esta zona de Alicante.

Pedro Goitia Cubillas, aquel mecánico que levantaba los karts con un solo brazo, imponía respeto por su voz de trueno, su barba tupida y su apariencia formidable; cuando empezabas a tratarle, ese respeto se multiplicaba viendo el gran cariño que era capaz de destinar a los suyos –incluyendo en «los suyos» a cientos de vecinos de su barrio—, la firmeza de sus convicciones y su honestidad a toda prueba.

En su casa de las afueras de Alicante, construida piedra a piedra por él y por su padre, ondeaba orgullosa una bandera nacional, y un letrerito indicaba la distancia a Santander, la parte de España de donde vinieron él y su mujer, a prosperar trabajando muy duro, a educar a sus hijos en buenos valores y, en definitiva, a hacer de la ciudad de Alicante un lugar mejor.

Hubo una noche, una última noche, en que Pedro Goitia se despidió de su familia después de cenar. A la mañana siguiente, Colonia Requena se tiñó de luto sabiendo que acababa de perder, no solo a un defensor capaz de plantarle cara a los políticos de uno y otro bando, sino a un vecino con mayúsculas, defensor de causas justas, capaz de mediar en la discusión más enconada, buscando la paz y la convivencia cada vez más necesarias en estos tiempos tan torpes.

La luz de Pedro Goitia es alargada, y somos muchos los que le recordamos con nostalgia, agradeciendo el ejemplo de honradez y el afecto recibido. Ojalá no te hubieras ido tan pronto; ojalá estés en el Cielo en que creías, acompañado de tu hijo Pedro y de toda la gente buena. Descansa en paz, amigo. Y gracias.